Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 999
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Capítulo 999:
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Elliana salió con elegancia. La mano protectora de Milton se cernía sobre su cabeza, protegiéndola del techo del coche.
Arthur dejó de lado toda su pomposidad como jefe del Grupo Sun y se transformó en nada más que un padre ansioso, con el rostro radiante de pura alegría al acercarse a su hija. Esta preciosa hija había regresado con él apenas ayer, pero ya había superado sus expectativas en todos los sentidos. Ningún afecto le parecía suficiente para lo que ella se merecía.
El hombre que dominaba los mercados financieros mundiales se derretía ante la presencia de su hija. Movería montañas si ella se lo pidiera en voz baja. Elliana salió del vehículo. Arthur la tomó en sus brazos inmediatamente, con voz cálida y llena de afecto paternal. «Elliana».
Apreciaba mucho ese nombre, el que había elegido antes de que ella naciera, el que había susurrado en habitaciones vacías durante veinte agonizantes años de separación.
—Papá. —Elliana se derritió en su abrazo, con una sonrisa radiante. Anhelaba ese amor paternal que le había sido negado durante dos décadas. Su corazón se abrió de par en par, dispuesto a absorber cada gota de afecto que él le ofreciera. La incomodidad del reencuentro del día anterior se había evaporado por completo.
«Ja, ja…». La risa de Arthur resonó en el vestíbulo. Su hija volvió a llenar sus brazos. La euforia inundó su pecho mientras le acariciaba la espalda, saboreando su dulce y natural «papá». Quería colmarla con todos los tesoros que poseía el mundo.
Milton sonreía cerca, esperando su turno con una emoción apenas contenida. Había soñado con abrazar a su hermana mucho antes de que naciera. Ahora que por fin había vuelto a casa, él…
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Tenía la intención de recuperar el tiempo perdido con innumerables abrazos. Cole permanecía olvidado junto a la puerta del conductor, observando cómo se desarrollaba la escena, con la envidia carcomiéndole el pecho como una herida persistente. La lógica le decía que se trataba del padre y el hermano de Lilah, que sus abrazos solo transmitían amor familiar. Sin embargo, la racionalidad no podía silenciar la voz posesiva de su cabeza. Despreciaba ver a cualquier hombre tan cerca de Lilah, incluso a sus propios parientes consanguíneos.
El silencio se convirtió en su prisión. No podía expresar sus celos sin destruir sus posibilidades con sus futuros suegros. El matrimonio con Lilah requería su bendición, lo que significaba tragarse su orgullo y esperar pacientemente.
Cole, normalmente arrogante, practicaba la humildad, con la esperanza de que Arthur y Milton acabaran reconociendo su presencia.
Entonces, la voz de Arthur interrumpió los pensamientos melancólicos de Cole. «Elliana». El nombre golpeó a Cole como un rayo. Su cuerpo tembló involuntariamente. Ese nombre… resonó en su conciencia como una canción medio olvidada, como si lo hubiera oído y pronunciado un millón de veces antes. ¿Por qué Arthur llamaba a Lilah «Elliana»? ¿Era su otro nombre?
Antes de que Cole pudiera procesar esto por completo, Elliana se separó del abrazo de Arthur. Milton la atrajo hacia sí, con voz tierna y afectuosa. «Elliana, déjame abrazarte». La sonrisa de Elliana se iluminó al recibir los brazos de su hermano. Su mente se remontó a días más oscuros: el estrecho almacén del patio trasero de la finca de los Jones, donde el silencio había sido su única compañía. Sin conversaciones, sin caricias afectuosas, solo una soledad aplastante que había moldeado su existencia.
Ahora, todo era diferente. Podía atravesar la gran entrada de la finca Harmony como una heredera privilegiada y ascender al exclusivo cuarto piso, donde el amor la esperaba con los brazos abiertos. Aunque esta devoción familiar había llegado veinte años tarde, su intensidad quemaba cualquier rastro de arrepentimiento pasado. Cole permaneció clavado en el sitio, observando en silencio el reencuentro familiar. La voz de Milton transmitía la misma ternura que la de su padre. «Elliana». El nombre salió de su boca con una facilidad ensayada.
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