Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 937
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Capítulo 937:
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Miguel poseía una brillantez que rivalizaba con la de Rita: su sabiduría y su talento brillaban como estrellas gemelas. Un hombre tan extraordinario nunca había tenido la intención de servir como una mera herramienta dentro de la maquinaria de los Griffith, pero su profundo amor por Rita lo convenció de aceptar la satisfacción dentro de sus límites.
Después de que Rita huyera de su matrimonio concertado con Miguel para tener hijos con Arthur, la devoción de Miguel se había transformado en un amargo conflicto con Maxine. Había desaparecido enfurecido y su paradero actual seguía siendo un misterio.
Maxine había querido profundamente a su sobrino y valoraba enormemente sus contribuciones. La marcha de Miguel le dejó una herida que nunca llegó a cicatrizar del todo.
Perder a Rita y a Miguel al mismo tiempo había supuesto un golpe devastador para los cimientos de la familia.
Más allá de estas pérdidas, otra miembro excepcionalmente dotada había abandonado el seno familiar, con su destino envuelto en la incertidumbre: se desconocía si estaba viva o muerta. Esa miembro se llamaba Sophie Seydoux, hija de la hermana mayor de Maxine. Sophie destacaba por su prodigiosa inteligencia, lo que inicialmente llamó la atención de Maxine como posible heredera. Desgraciadamente, la cruel genética había maldecido a Sophie con una mutación, convirtiéndola en una paciente de psiquefrenia. Ningún miembro de la familia poseía los conocimientos necesarios para curar la psiquefrenia, ni siquiera la vasta experiencia de Maxine resultó útil contra la afección.
Las habilidades de combate de Sophie habían alcanzado un estatus legendario, y cada episodio de la enfermedad desataba una destrucción impredecible. Tras una cuidadosa deliberación, Maxine ordenó la ejecución de Sophie.
Sin embargo, el amor maternal había impedido que se llevara a cabo: la madre de Sophie había organizado en secreto su fuga.
El código de los Griffith prohibía que cualquiera que poseyera secretos familiares íntimos quedara en libertad. Siguiendo antiguas tradiciones, Maxine había enviado cazadores para rastrear a Sophie, pero ella permanecía perpetuamente fuera de su alcance.
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La madre de Sophie, tras cometer esta grave transgresión, había languidecido en la oscuridad de un calabozo durante años, soportando un tormento interminable.
Davin esperaba sinceramente que la familia Griffiths evitara otra traición devastadora. Si Katrina se rebelaba por la transición de la heredera, eso dejaría nuevas cicatrices en su ya delicada dinámica.
Sin embargo, Maxine se mostraba totalmente indiferente a las preocupaciones de Davin. En su visión del mundo, las luchas por la sucesión exigían nada menos que una brutalidad absoluta.
«Katrina no merece ninguna preocupación. Carece del fuego intelectual y el talento innato que poseían Rita o Sophie», descartó Maxine con cruel indiferencia. «Le he concedido el mando de la Sociedad Serpiente durante un mes, encargándole que acabe con Elliana. En mi opinión, pronto perecerá a manos de la superioridad de Elliana».
Maxine había enviado a Katrina tras Elliana, esperando que esta la matara. Esto golpeó a Davin como un mazazo, dejándolo momentáneamente sin palabras. Katrina quizá no fuera sangre de Maxine, pero seguía siendo una Griffiths. Años atrás, Maxine había elegido personalmente a Katrina como heredera, la había criado y educado. Y ahora, esa misma mujer no solo estaba dispuesta a deshacerse de Katrina como si fuera un juguete roto, sino que parecía totalmente indiferente a su destino. Maxine era despiadada.
Davin siempre había entendido que las matriarcas de los Griffiths eran despiadadas por necesidad, pero Maxine estaba en una liga propia. Era más fría y calculadora que cualquiera de sus predecesoras.
Davin aún recordaba las historias sobre Maxine en su juventud: relatos de una chica dulce y gentil con un corazón bondadoso. Pero luego vinieron esos misteriosos tres años que pasó en el extranjero. Cuando finalmente regresó a casa, aquella chica inocente había desaparecido por completo, sustituida por la mujer calculadora que ahora tenía sentada frente a él. Lo que fuera que hubiera sucedido durante esos tres años la había transformado hasta dejarla irreconocible, y lo que había ocurrido en ese tiempo permanecía oculto en las sombras.
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