Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 902
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Capítulo 902:
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Afortunadamente, la razón volvió a golpearla como agua fría contra la traición ansiosa de su cuerpo. Los restos enredados de su pasado exigían una resolución. ¿Cómo podía rendirse a la intimidad cuando el caos aún reinaba entre ellos? Se echó hacia atrás, esquivando sus labios que se acercaban.
Cole sintió una aguda decepción al abrirse la distancia entre ellos. Sin embargo, la comprensión atenuó su frustración. Su retirada tenía mucho sentido. Su avance había sido demasiado atrevido, demasiado repentino. Se enderezó, forzando un respetuoso espacio entre ellos.
—Qué mentiroso —bromeó Elliana, sin hacer ningún intento por guardar los cheques todavía. Una chispa juguetona brilló en sus ojos—. Te enamoraste de mí a primera vista, pero fingiste despreciarme, incluso burlarte de mí… Tienes futuro en la actuación, ¿sabes?
Su pullita no lo desconcertó. Al contrario, una sonrisa de diversión se dibujó en sus labios. —¿Y tú? ¿Me vas a decir que subirte a mi coche aquel día fue un accidente? ¿No fue una estrategia calculada para llamar mi atención?
—¡Ja! —La risa de Elliana sonó baja y triunfante—. La coincidencia nunca entró en juego. Cada detalle fue orquestado desde el momento en que te vi por primera vez. Incluso conducir el mismo modelo de coche era parte del plan.
Su confesión brillaba con una honestidad descarada. No se había limitado a admirarlo desde lejos, sino que lo había perseguido activamente.
La flecha de Cupido dio en el blanco, atravesando el pecho de Cole con una precisión devastadora. Con un movimiento fluido, la inmovilizó contra el asiento de cuero, con las manos a ambos lados de su cabeza. Bajó el rostro hasta que sus respiraciones se fundieron en la atmósfera cargada que los rodeaba.
La tensión eléctrica crepitaba en el interior del coche, y el calor alcanzaba niveles peligrosos.
El corazón de Elliana latía con fuerza contra sus costillas, pero esta vez no se le pasó por la cabeza retirarse. En cambio, devolvió su mirada con valentía inquebrantable, estudiando cada ángulo del magnífico rostro que se cernía a pocos centímetros de distancia.
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La atención de Cole se desplazó de sus ojos a sus labios, y el deseo endureció su voz hasta convertirla en un susurro aterciopelado. —Así que hemos establecido la verdad: nos atraemos como imanes, ¿no es así?
Elliana asintió, su susurro apenas audible para los oídos de Cole. «Si no mentías, entonces es cierto que ambos sentimos algo el uno por el otro. Afirmaste e e que tu afecto por mí superaba mi imaginación, y yo confieso sentir lo mismo en lo más profundo de mi corazón».
Cole sintió que esas palabras le atravesaban el alma, como la melodía más dulce que jamás había escuchado. El romance tenía un poder devastador cuando se expresaba con sinceridad. El mundo a su alrededor parecía elevarse sobre alas invisibles, ligero y resplandeciente.
Su mirada recorrió los labios de pétalos de rosa de ella mientras el deseo se intensificaba en sus ojos y su voz se volvía grave. «Ya que nos gustamos, ¿por qué no estamos juntos?».
«De acuerdo», susurró Elliana.
Su rendición inmediata lo sorprendió. La euforia lo invadió como un maremoto cuando se acercó, deteniéndose a solo unos latidos de sus labios. Su pregunta surgió como el susurro íntimo de un amante: «¿Puedo besarte?».
La pregunta le había quemado por dentro durante innumerables momentos. Una desesperada ansia lo consumía: ansiaba su beso por encima de todo.
Sus labios lo atraían con su forma perfecta y ese tono preciso que rondaba sus sueños. Desde su primer encuentro, esa necesidad primitiva había arañado su autocontrol. El sueño le había traído visiones de reclamar su boca con salvaje abandono. En esos sueños febriles, sus labios habían llevado la esencia de los melocotones maduros, y su dulzura se había grabado en su memoria.
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