Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 901
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Capítulo 901:
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Cole apretó los labios, sin ofrecer respuesta.
Sus miradas se cruzaron y el aire entre ellos se caldeó. Poco a poco, esa mirada compartida se suavizó, volviéndose tierna y persistente.
Ninguno de los dos necesitaba hablar, ya que la verdad era evidente en sus ojos: el afecto mutuo entre ellos era innegable.
Aunque Cole y Eliana se miraban con profundo afecto, ninguno se atrevía a admitir sus sentimientos. Sin embargo, incluso sin una sola palabra, en ese intercambio de miradas sin palabras, el corazón de Cole sentía como si hubiera echado a volar. Sonrió, con un tono de voz que transmitía un silencioso desafío. «¿Así que mides la devoción de un hombre por la cantidad que gasta en ti?».
«No del todo», respondió Eliana con voz aterciopelada y firme. «La devoción se revela de innumerables maneras; el dinero solo es la punta del iceberg. Si tienes un método superior para demostrarlo, hazlo».
La sonrisa de Cole se hizo más profunda, depredadora y complacida. El rostro de ella resplandecía con una belleza etérea, cada rasgo esculpido con una precisión devastadora. Cada mirada robada le golpeaba como un rayo. Su mirada siguió la curva de los labios de pétalos de rosa de ella, y un hambre primitiva le dejó la garganta seca.
La sensación lo torturaba: éxtasis envuelto en una agonía exquisita. Abandonando la moderación, puso fin a su cuidadoso baile. Las palabras habían cumplido su propósito. Su pluma voló sobre otro cheque de mil millones de dólares, presionando el papel en la palma de su mano sobre su gemelo.
El pulso de Eliana se aceleró y luego se disparó. Estudió los dos cheques que tenía en las manos y su voz se volvió sedosa. «¿Qué mensaje hay aquí?».
Sus ojos volvieron a encontrar los de él, con picardía bailando en sus profundidades, entretejiéndose en su tono. «Cuando los hombres colman a las mujeres con tanta extravagancia, dos motivos los impulsan. O bien la detesta por completo y compra su ausencia permanente… o bien ella lo ha atrapado tan profundamente que solo los grandes gestos pueden transmitir su sinceridad. Dime, ¿cuál de las dos verdades se aplica?».
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Sus palabras melosas lo envolvieron como un encantamiento, reclamando su esencia misma. El fuego ardió en su sangre, mientras la electricidad bailaba en su piel, un tormento enloquecedor e irresistible que se extendía por cada terminación nerviosa. Más allá de su mirada hipnótica y su voz cautivadora había algo más profundo. Su fragancia, delicada pero embriagadora, envolvió sus sentidos, disolviendo el pensamiento racional . La lógica lo abandonó. Solo quedó una necesidad desesperada, que lo atrajo hacia su presencia magnética.
El instinto venció a la vacilación. Se acercó, bajando su llamativo rostro hasta que sus labios casi rozaron la oreja de ella. Su aliento cálido acarició la mejilla de ella, mientras la emoción pura endurecía su susurro. «Significa que mis sentimientos por ti trascienden lo que puedas imaginar».
Un temblor recorrió a Eliana. Su cercanía destrozó su compostura y sus pensamientos volvieron a inundarla, llevándola de vuelta a su mes paradisíaco en la isla.
Entonces habían existido como una sola entidad, perdidos en su universo privado. Habían explorado cada intimidad, cruzado cada frontera, forjado cada conexión posible entre dos almas. No quedaban misterios ocultos entre sus cuerpos y corazones entrelazados.
En aquel momento, ella le había prometido sus futuros hijos: un niño y una niña. Él había elegido sus nombres con cuidadoso amor: Félix y Beatriz. Esos nombres se habían convertido en tesoros preciosos en su corazón.
Más tarde, la tercera inyección la había borrado de su memoria. Sin embargo, a través del retorcido laberinto del destino, este los había guiado de vuelta a este frágil y electrizante momento.
Su recuerdo vivía en cada célula de su ser. Cuando su cálido aliento susurró sobre su piel, el instinto se despertó y su cuerpo respondió antes de que el pensamiento consciente pudiera interferir. El calor la consumió por dentro, las llamas lamieron sus venas y un rubor carmesí floreció en sus mejillas.
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