Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 86
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Capítulo 86:
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Luciano fue detenido por la policía, con Ethan siguiéndole de cerca, dispuesto a cooperar en la investigación que estaba a punto de sacudir los cimientos del mundo del arte.
Sin embargo, el gran evento se había convertido en un caos. El escenario, antes elegante, parecía un campo de batalla. Solo unos minutos antes, la multitud furiosa había estallado en un frenesí, lanzando todo lo que tenían a su alcance: botellas de refresco, manzanas a medio comer, incluso una zapatilla deportiva. Era la hora de la caza de Luciano.
¿Pero lo más salvaje? ¡Alguien había lanzado un anillo de diamantes! Elliana lo miró fijamente, allí donde había caído, brillando en el suelo como un símbolo desafiante del exceso. Quien lo hubiera lanzado debía de tener dinero para quemar.
Una vez pasada la tormenta, Clement tomó el micrófono, tranquilo y sereno, con una voz que calmó a la sala. «Sé que están enfadados, y con razón», dijo, recorriendo con la mirada al público furioso. «Pero no podemos permitir que un fraude arruine lo que representa este concurso. El espectáculo debe continuar».
Sus palabras dieron en el blanco. Las cabezas asintieron en señal de acuerdo. No eran solo espectadores, eran fanáticos de la pintura al óleo, atraídos por la promesa de la brillantez. Especialmente ahora, con la identidad de Rosa revelada y su obra maestra en plena exhibición, nadie quería que la noche terminara en un escándalo. Algunos ya se preparaban para pujar por Lonely Sunset, de Elliana. No era solo un cuadro. Era una oportunidad única en la vida. Las obras de Rosa rara vez salían al mercado y, cuando lo hacían, ni siquiera el dinero podía garantizar su adquisición.
Pero, al reanudarse el concurso, quedaba una obra más por ser juzgada. La siguiente era Riding the Waves, de Paige. Y la sala, aún cargada de energía, se volvió para mirarla.
Después de calmar a la multitud, Clement se volvió bruscamente hacia la esquina del escenario, donde Paige se cernía como una sombra tratando de desaparecer. —Señorita Jones —dijo, tranquilo pero autoritario—, acérquese al centro, por favor. Los focos se desplazaron. También lo hizo el blanco de la furia. Hasta ese momento, el público había estado demasiado concentrado en Luciano como para fijarse en Paige. Pero con la simple llamada de Clement, su ira se volvió hacia ella.
—¡Paige no es diferente de Luciano!
—¡Echadla también! ¡Estaban juntos en esto!
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La reacción fue como una ola, y Paige se sintió ahogarse en ella. Apretó la mandíbula. Quería gritar. No era justo. Ella no era la lacaya de Luciano. Al menos, ella no lo veía así.
Solo se habían utilizado mutuamente para obtener ventaja, era manipulación mutua, no mentoría. Sin embargo, allí estaba ella, arrastrada a las llamas junto a él. El resentimiento surgió en…
Se le encogió el pecho. Lo que más le dolía era el recuerdo de haber sido engañada para inclinarse tres veces ante esa ridícula estatua de cera de Elliana. Si hubiera sabido quién era realmente Rosa, habría preferido inclinarse ante un montón de basura. Ahora, al levantar la mirada, captó la expresión de Elliana: divertida, serena, casi presumida.
Esa mirada rasgó el orgullo de Paige como una navaja. La vergüenza era insoportable. Las lágrimas brotaron y se derramaron antes de que pudiera detenerlas.
—Sé que estás enfadada —dijo con voz temblorosa, apenas un susurro.
—Pero no te vuelvas contra mí. Luciano también me engañó. No sabía…
Se interrumpió, conteniendo los sollozos. —Solo soy… otra víctima más.
—¡Así es! ¡No os unáis contra Paige! —exclamó Haley, dando un paso adelante y protegiendo a Paige. «Luciano fue contratado por los organizadores para promocionar la escena artística de Ublento. ¡Paige solo se formó con él porque le apasiona la pintura! ¿Qué ha hecho para merecer este odio? Luciano es el verdadero villano aquí, Paige solo se vio envuelta en la tormenta».
Su lógica parecía sólida y, durante un instante, la multitud la sopesó. Hasta ese momento, nunca se había hablado mucho de la relación entre Paige y Luciano.
La furia de la multitud comenzó a apagarse, como un fuego privado de oxígeno.
Al percibir el cambio, Paige exhaló un suspiro de alivio discretamente, se secó las lágrimas y se acercó a Elliana con una sonrisa forzada. Rodeó con su brazo el de Elliana, adoptando una pose fraternal. «¡Elliana, estoy impactada! ¿Eres Rosa? ¡Es increíble! ¡Estoy muy orgullosa! Como tu hermana, lo digo de corazón. Ahora tienes que enseñarme tus secretos, somos familia, ¿no? ¡No puedes decir que no!».
Elliana esbozó una sonrisa de lado, tenue e indescifrable. Tenía que reconocerle el mérito a Paige: la chica podía cambiar de opinión más rápido que una veleta en un huracán. Hacía solo un momento, Paige estaba prácticamente sedienta de sangre. Ahora se aferraba a ella como una gemela perdida, actuando como si el pasado nunca hubiera existido. Increíble.
Elliana liberó su brazo con delicadeza, sin decir nada, sin protestar, solo con un gesto de rechazo.
Entonces, sin previo aviso, la enorme pantalla situada detrás del escenario se encendió. Comenzó a reproducirse un vídeo.
Luciano, captado por la cámara, aparecía entregando un cuadro a Merritt en una oscura trastienda. Las imágenes lo dejaban todo claro: la calculadora mente de Merritt, el peloteo de Luciano y, lo peor de todo, las falsas payasadas y la astuta cooperación de Paige. El sonido era nítido. Las acciones, condenatorias. Los gritos llenaron el aire.
Segundos antes, el público había empezado a enfriarse con Paige. ¿Y ahora? Se desató el caos. La rabia se derramó como combustible sobre una llama.
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