Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 842
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Capítulo 842:
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Después de su larga conversación, después de haberlos reconocido como su padre y su hermano con tanta calidez, ¿realmente seguía cuestionando su vínculo sanguíneo? Si la duda persistía en su mente, ¿por qué les había revelado tantos secretos íntimos? Con su agudo intelecto, no cometería la locura de dudar y desvelar sus secretos al mismo tiempo.
Las expresiones confusas de Arthur y Milton provocaron una suave sonrisa en Elliana. Entendía perfectamente su desconcierto. «Aunque mi corazón me dice con certeza inquebrantable que estoy emparentada con vosotros dos por sangre, sigo deseando una prueba de ADN. La confirmación oficial a través de pruebas científicas serviría como nuestro sello definitivo, transformando este momento en algo sagrado y ceremonial».
Las reuniones televisivas le habían enseñado esta verdad: las familias separadas por años crueles a menudo buscaban la validación del ADN para lograr un cierre completo, permitiendo que todos los corazones heridos finalmente descansaran en paz.
El rostro de Milton se iluminó al comprenderlo. La sabiduría de su hermana le impresionó profundamente y apoyó totalmente su decisión. «Elliana tiene razón. Definitivamente debemos hacer esta prueba. Llamaré a nuestro equipo médico inmediatamente».
La familia Campbell contaba con su propio equipo médico de élite. Una simple prueba de ADN no requería más que que sus médicos privados extrajeran sangre y la analizaran dentro de sus instalaciones seguras, lo que eliminaba cualquier necesidad de acudir al hospital. Arthur salió de su silencio atónito y su rostro se iluminó con una radiante sonrisa. «Elliana, tu consideración me sorprende. ¡Procederemos exactamente como has sugerido!».
Milton cogió su teléfono y se puso en contacto con su equipo médico sin demora. En menos de una hora, uno de los médicos de confianza de la familia Campbell llegó y subió en el ascensor privado directamente a la cuarta planta para recoger muestras de sangre de la familia reunida.
Mientras tanto, Eva permanecía atrapada en el sofá del salón de la primera planta, sumida en la oscuridad y consumida por una curiosidad voraz.
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Arthur había desaparecido arriba durante todo el día, negándole cualquier atisbo de él o conocimiento de sus misteriosas actividades. Estaba ansiosa por preguntarle a alguien, a cualquiera, pero todos los guardaespaldas y sirvientes que poblaban Harmony Estate respondían a las órdenes de Arthur, con los labios sellados ante sus desesperadas preguntas.
Las palabras de Arthur aquel día la atormentaban. Es cierto que había manipulado a Paul para asegurarse su posición junto a Arthur, pero su existencia se había convertido en un vacío asfixiante de angustia diaria. La magnífica mansión de Arthur se había transformado en nada más que una elegante celda. Encerrada en esta jaula dorada, no tenía ningún sentido de pertenencia, pero escapar seguía siendo imposible.
Su venganza trascendía el castigo físico, llegando directamente a lo más profundo de su ser. Ella había desterrado a la mujer que él más apreciaba, y él había respondido sumergiéndola en un aislamiento que le destrozaba el alma.
A pesar de estar rodeada de innumerables personas dentro de las paredes de la mansión, ni un solo alma reconocía su presencia, dejándola sumida en una soledad devastadora. Esta soledad aplastante la había llevado a adoptar a Wanda hacía tantos años. Sin criar a una niña, se habría marchitado por completo en ese hogar estéril.
El trato de Arthur la quemaba con una crueldad gélida, pero ella no podía romper su desesperado apego hacia él. Incluso después de todos esos años tortuosos, seguía añorándolo, aferrándose a la tonta esperanza de que algún día él reconociera su devoción y le entregara su corazón.
Hoy, había estado sentada en el sofá, con la mente dando vueltas a teorías descabelladas sobre las actividades de él en el piso de arriba, hasta que el regreso de Milton interrumpió sus pensamientos en espiral.
El ruido del coche que se acercaba la había hecho saltar de su asiento con una emoción patética, con la cara pegada a los enormes ventanales del salón.
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