Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 841
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 841:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
«¿Es por eso por lo que te matriculaste en la Universidad Médica de Ublento, para recuperarlo?», preguntó Milton. Era la explicación más lógica. Después de todo, Elliana ya había dominado el «Códice Médico» y había alcanzado fama mundial como Milena. No habría ninguna razón para que viviera como una estudiante normal a menos que su verdadero propósito se ocultara bajo la superficie.
«Sí», respondió Elliana en voz baja, con un tono que denotaba certeza y determinación. «Un tesoro tan valioso como el «Códice Médico» nunca se habría entregado a la ligera. Debe de haber alguien en la Universidad Médica de Ublento en quien ella confiaba plenamente. Tengo que descubrir quién es».
Arthur entrecerró los ojos pensativo antes de asentir lentamente. —Entonces, tu regreso a la familia Campbell debe permanecer completamente oculto. Cualquier indicio de tu identidad podría ponerlo todo en peligro.
La decisión de Rita de donar el «Códice Médico» a la Universidad Médica de Ublento se había llevado a cabo bajo un velo de secreto. Solo dos partes conocían la verdad: el guardián desconocido que lo recibió y los despiadados perseguidores decididos a arrebatárselo. Durante años, el nombre del guardián y la verdadera ubicación del códice habían permanecido ocultos en silencio.
Elliana se enfrentaba ahora a la delicada tarea de descubrir la identidad de esa persona y recuperar el «Códice Médico» sin llamar la atención de los mismos depredadores que una vez persiguieron a su madre.
—Elliana, ¿quieres que te ayude a localizar a esa misteriosa persona que te llamó? —preguntó Milton, con voz firme pero teñida de preocupación.
Elliana lo miró brevemente antes de negar con la cabeza. —No, Milton. Puedo encargarme yo sola.
Ese simple intercambio fue suficiente para que Arthur y Milton comprendieran una vez más el alcance total de su capacidad. Elliana era mucho más que Rosa y Milena: su habilidad, ingenio y tranquila determinación no dejaban lugar a dudas de que podía afrontar incluso los retos más complejos. Como estaba decidida a actuar sola, ellos optaron por respetar su decisión.
Úʟᴛιмσѕ capítulos en ɴσνєℓαѕ𝟜ƒαɴ.𝒸𝓸𝑚
«Muy bien», dijo Milton, con una leve sonrisa que suavizó su tono. «Pero en cuanto me necesites, no dudes en decírmelo».
Los labios de Elliana se curvaron en una suave sonrisa. «De acuerdo, Milton», dijo, con una voz tranquila que transmitía una silenciosa determinación. Compartían el mismo objetivo: encontrar a su madre. Y ella sabía que, cuando llegara el momento, no dudaría en pedirle ayuda.
Arthur exhaló lentamente y la miró con tranquila determinación. —Elliana, no podemos revelar al mundo que eres una Campbell, al menos todavía no. Pero quiero hacer algo para ayudarte a sentirte más tranquila. Dime, ¿qué es lo que quieres?
Preocupado por que Elliana pudiera reprimirse, Arthur se inclinó ligeramente hacia delante, con un tono más insistente. —Sea lo que sea, solo tienes que decirlo. Si lo tengo, es tuyo. Su preocupación no era lo que ella pudiera pedir, sino el miedo a que permaneciera en silencio. Si realmente deseaba algo, no dudaría en mover cielo y tierra para que lo tuviera.
Antes de que sus palabras hubieran terminado de resonar, Milton intervino con una cálida sonrisa. «Yo también quiero darte algo. Dime lo que tu corazón desee. Aunque no lo tenga, lo encontraré para ti, cueste lo que cueste».
Rodeada de tanta devoción inquebrantable, Elliana sintió una profunda calidez en su pecho. Sin embargo, sus siguientes palabras los dejaron a ambos paralizados. Mirándolos fijamente, dijo: «Quiero haceros una prueba de ADN a los dos».
La inesperada sugerencia de Elliana de someterse a una prueba de ADN golpeó a Arthur y Milton como un rayo, dejándolos completamente desconcertados.
.
.
.