Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 823
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Capítulo 823:
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Descubrir lo que se sentía al tener un hermano era algo que nunca había experimentado antes. La soledad solía ser su única compañera, y sobrevivir era como una guerra brutal en la que no había posibilidad de retirarse. Siempre había seguido adelante, apretando los dientes, porque dar un paso atrás significaba el desastre.
Pero ahora todo había cambiado. Tenía una red de seguridad debajo de ella. Si tropezaba o vacilaba, no se estrellaría contra el suelo. Esta vez podía permitirse recostarse, sabiendo que alguien la atraparía.
A medida que asimilaba la verdad, su visión se nubló con nuevas lágrimas. No eran lágrimas de dolor, sino de ese tipo cálido y abrumador que solo la verdadera felicidad puede provocar.
Había pasado quince años forjando una armadura, creando una protección a partir de su pura voluntad y sus amargas experiencias. Cada vez que el mundo rompía su coraza, ella misma la reparaba. Ahora, aquella vieja armadura le parecía más ligera. Había ganado algo mucho más sólido: el abrazo de un padre y la fuerza inquebrantable de un hermano. Esta nueva protección no necesitaba reparaciones. Era irrompible.
Una tranquila satisfacción se apoderó de Elliana mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Milton, un gesto silencioso de gratitud y pertenencia.
Las palabras flotaban en sus labios: quería decirle lo mucho que deseaba conocer por fin a su padre. Antes de que pudiera hacerlo, el teléfono de Milton sonó con fuerza, rompiendo el silencio.
Su mirada se desvió hacia la pantalla del teléfono. El identificador de llamadas lo decía todo: papá.
Elliana contuvo el aliento. Durante la mayor parte de su vida, la palabra «padre» le había sabido a veneno. Lo había culpado de todo: de ahuyentar a su madre, del dolor que nunca había abandonado su pecho. Pensar en él la llenaba de repugnancia, de miedo, de una ira tan cruda que no podía nombrar. Pero ya no.
Ahora, esa misma palabra la atraía como la gravedad, removiendo algo muy profundo en su interior. Se sentía como una semilla que se esforzaba por alcanzar la luz del sol, como un río arrastrado hacia el mar. El dolor que le llenaba el pecho era agudo y urgente, un anhelo desesperado por los brazos de su padre.
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De pequeña, había visto a Paige acurrucarse en los brazos de Darin, con envidia retorciéndola por dentro. Cómo había anhelado eso: la protección de un padre, un lugar seguro donde esconderse del mundo. Había intentado, una y otra vez, ganarse el más mínimo afecto de Darin, solo para encontrarse con una fría indiferencia o un rechazo absoluto. Esos momentos le habían dejado profundas cicatrices, convenciéndola de que era demasiado imperfecta para que alguien, especialmente un padre, la amara.
Incluso ahora, como la infame Espina de la Muerte, todavía sentía el frío de esas heridas de la infancia. Pero finalmente lo vio claro. La culpa nunca fue suya. No era imposible de amar. Simplemente no había encontrado a su verdadero padre… hasta ahora.
Milton dejó que el teléfono vibrara unas cuantas veces más, con una lenta sonrisa en los labios mientras miraba a Elliana. —Es papá otra vez —murmuró divertido—. Papá se está impacientando. Probablemente llame para meterme prisa, está deseando conocerte. —Con una risa ahogada, Milton finalmente tocó la pantalla—. Hola, papá.
Justo en ese momento, una oleada de preocupación se derramó por el altavoz. —Milton, ¿dónde estás? ¿Por qué no has vuelto a casa todavía? ¿Y tu hermana, está contigo?
Apoyada en el hombro de Milton, Elliana escuchó con atención. Algo se le apretó en el pecho, algo tierno y abrumador, y las lágrimas le picaron en los ojos. ¡Esa voz! ¡Era su padre! ¡Su verdadero padre!
La voz al otro lado estaba cargada de nostalgia, rebosante de un anhelo inquieto dirigido solo a ella. En cada sílaba, podía sentir el peso de veinte largos años de búsqueda, de esperanza sin pruebas, de no rendirse nunca al silencio.
—Está conmigo, papá —respondió Milton, con voz tranquila y segura. Miró de reojo a Elliana, y su sonrisa se suavizó con un orgullo silencioso—. Está sentada en mi coche. Ahora mismo vamos de camino a casa.
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