Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 797
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Capítulo 797:
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Cole dio vueltas a sus palabras en su mente. Al no encontrar ningún fallo inmediato en su lógica, aceptó la explicación, por el momento. Aun así, la duda le carcomía. El anillo no era solo una baratija sin importancia. Era un símbolo de poder, confianza y responsabilidad. ¿Cómo podía olvidar haberlo entregado?
Pero su confianza en Paulina era absoluta, así que dejó el asunto. Terminó su trabajo y se retiró a su dormitorio, con la esperanza de que una ducha caliente y un descanso muy necesario calmaran la agitación que se agitaba en su interior.
Sin embargo, por mucho que intentara borrar a Lilah de su mente, ella volvía a colarse en sus pensamientos. Sus últimas palabras resonaban en sus oídos, hiriéndole más profundamente cada vez que resurgían. Apretó la mandíbula. Sintió un nudo en el pecho, y el peso de su rechazo le oprimía como una losa.
Con el ceño fruncido, se quitó la ropa, dejándola esparcida a su paso, y entró en la ducha. Abrió el grifo al máximo, dejando que el calor golpeara su piel.
Pero no sirvió de nada. Su mente seguía siendo un campo de batalla.
Después, se frotó enérgicamente el pelo con una toalla y cogió el albornoz que colgaba del gancho.
Entonces, al volverse hacia el espejo empañado, algo en el cristal le llamó la atención. Una forma tenue, apenas visible, grabada en la piel de su omóplato.
Su mano se detuvo a medio camino del albornoz.
Conocía cada cicatriz, cada línea muscular, cada centímetro de su piel. No tenía marcas de nacimiento. Y definitivamente no tenía tatuajes. Entonces, ¿de dónde diablos había salido eso?
Un escalofrío le recorrió el cuerpo mientras se acercaba al espejo, contorsionando el cuerpo para ver mejor. Allí, tatuado justo debajo del omóplato, estaba el delicado contorno de un colibrí. ¿Un tatuaje? ¿En su cuerpo? ¿Sin recordar habérselo hecho? Su mirada se fijó en la tinta desconocida y una sombra pasó por su rostro, endureciéndose en algo sombrío.
Sentía como si su mundo se hubiera deslizado hacia algo irreal. ¿Cómo podía ser real si no recordaba dónde había desaparecido ese anillo tan importante? Y lo que era aún más desconcertante, no podía recordar el momento en que le habían tatuado el delicado colibrí hembra en el hombro.
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La realidad se sentía distorsionada. ¿Qué le estaba pasando? Era como si partes de su propia historia hubieran sido censuradas, selladas tras una puerta invisible. Podía sentir los bordes de algo vital justo fuera de su alcance, como dedos rozando una caja cerrada con llave.
La confusión se convirtió en furia. Con la mandíbula apretada y los ojos tormentosos por las preguntas, Cole se puso la bata, dio media vuelta y salió furioso de la habitación.
Cole volvió al estudio después de ducharse, con un humor más sombrío que antes. No se había molestado en vestirse. El albornoz se pegaba a su piel húmeda y el agua aún goteaba de su cabello.
Paulina y Hugh, que ya estaban listos para acostarse, fueron llamados apresuradamente.
El estudio estaba envuelto en un silencio tan denso que se podía cortar con un cuchillo.
Paulina y Hugh intercambiaron miradas inquietas, evitando cuidadosamente la cara tormentosa de Cole.
—¿Necesita algo, señor Evans? —preguntó Paulina en voz baja, rompiendo el silencio.
Cole levantó lentamente la cabeza. Sus ojos se clavaron en los de ella. Cada palabra salía de su boca como hielo. —Paulina, dime la verdad. ¿Me estás ocultando algo?
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