Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 777
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Capítulo 777:
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Adah parecía más furiosa que Elliana. «Si es tan idiota, ¡déjalo! ¿Por qué sigues lamentándote? ¡Finge que nunca existió!».
Elliana apretó la mandíbula y masticó lo que quedaba del caramelo entre los dientes. Adah tenía razón. Pero decirlo era una cosa y vivirlo era otra muy distinta. Ella y Cole se habían amado profundamente y habían compartido momentos que parecían reales y cálidos. ¿Cómo podía borrar todo eso?
Adah nunca había estado realmente enamorada, por lo que no podía comprender la confusión que reinaba en el corazón de Elliana. Ni siquiera Elliana era capaz de desenredar ese lío.
Algunas cosas solo se podían entender a través de la experiencia.
Elliana soltó un largo y cansado suspiro, demasiado agotada para discutir.
Adah la agarró de la mano y la empujó hacia la puerta. «Vamos. Sé exactamente qué te animará. Al final de la noche, habrás olvidado que ese idiota existió».
Elliana la siguió tambaleándose. «¿Adónde vamos?».
—¡A Nightfall! —Adah sonrió, con los ojos brillantes—. Es un club nuevo, enorme, precioso, que se supone que rivaliza con el Manley’s Royal Club. Todavía no he estado allí. ¡Vamos esta noche!
Elliana no tenía ganas de salir, pero Adah no aceptó un no por respuesta y la arrastró consigo.
Mientras tanto, en la oficina del director ejecutivo del Grupo Evans, Cole estaba sentado en su escritorio, con la mirada fija en la pantalla, pero con la mente a kilómetros de distancia. Las imágenes del encuentro anterior con Lilah no dejaban de repetirse en su cabeza, cada detalle grabado a fuego en su memoria.
La suavidad de su cuerpo presionando contra el suyo, la cascada de su cabello hasta la cintura, ese rostro increíblemente hermoso… Incluso ahora, todavía podía percibir el leve aroma de su perfume, recordar el tono exacto de sus ojos y recordar el sonido de su voz.
Era como si los detalles hubieran quedado grabados en su memoria desde siempre y la presencia de ella hubiera sido la llave para desbloquearlos. Ninguna mujer le había afectado así jamás. Un solo encuentro y se había convertido en inolvidable. Era desconcertante.
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Intentó recordar algún encuentro anterior, pero no lo consiguió. Estaba seguro de que era la primera vez que se veían. Y, sin embargo, allí estaba, inquieto, con su imagen grabada en la mente. No era el tipo de hombre que se dejaba influir fácilmente por las mujeres. Solo había una explicación: tenía que ser que ella era una maestra de la seducción. Y él, como un idiota, había caído en su trampa.
Esa idea le hizo hervir la sangre. Esa mujer atrevida. ¿De verdad creía que podía jugar con él? Ni lo soñara. Golpeó el teclado con el puño.
En ese momento, se oyó un fuerte golpe en la puerta.
Cole se detuvo, con la voz fría como el hielo. «Adelante».
Paulina empujó la puerta y al instante sintió la tensión golpearla como una pared. Dudó en el umbral, con la mirada fija en él, y se quedó paralizada. Su rostro estaba tormentoso. ¿Qué había pasado?
Ocultó su confusión tras una sonrisa cortés y se acercó, sosteniendo un expediente. —Sr. Evans, hemos completado la verificación de antecedentes de esa joven.
Cole estaba sumido en su especulación de que Lilah era una maestra de la seducción, consumido por la irritación, tanto que había imaginado fugazmente estrangularla. Arrebató el expediente de las manos de Paulina y lo hojeó. Con cada palabra que leía, su expresión se ensombrecía aún más.
Lilah Briggs era una estudiante internacional de veinte años matriculada en la Universidad Médica de Ublento, conocida solo por ser la hija de un poderoso financiero extranjero y residente en la exclusiva Rosewood Villa. Eso era todo lo que la investigación de Paulina había descubierto.
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