Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 753
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Capítulo 753:
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En su lugar, un grito agudo rasgó el aire. «¡Ah!». La voz de Dylan se quebró por la sorpresa y el dolor. Frieda jadeó y abrió los ojos. Lilah se interponía entre ellos. No había visto a Lilah moverse, no había visto cómo bloqueaba el golpe, pero ahora los dedos de Lilah rodeaban la muñeca de Dylan como un tornillo de banco de acero.
Dylan estaba de rodillas, con el cuerpo temblando violentamente. Su rostro, antes retorcido por la rabia, ahora estaba pálido por el terror. Parecía como si toda la fuerza se hubiera escapado de sus miembros.
Frieda solo podía mirar. No había habido ningún movimiento dramático, ninguna fuerza bruta, solo un simple agarre. Entonces, ¿por qué Dylan parecía estar sufriendo un dolor insoportable, como si el simple contacto de Lilah lo hubiera destrozado?
Frieda no era la única que se había quedado estupefacta: todas las personas presentes en la sala se quedaron paralizadas, demasiado atónitas como para siquiera pestañear. Dylan, con su presencia intimidante y su ceño fruncido, era el tipo de persona que la gente evitaba instintivamente. Y, sin embargo, Lilah lo había puesto de rodillas como si nada. ¿Cómo lo había conseguido?
Elliana, imperturbable ante las reacciones de quienes la rodeaban, miró a Dylan, ahora desplomado en el suelo, y esbozó una sonrisa burlona. —Vuelve a tocar a Frieda y te rompo un dedo. ¿Queda claro?
Dylan se retorcía de dolor, con la mente en blanco salvo por un único y desesperado pensamiento: cómo hacer que aquello se detuviera. —¡Vale! ¡Lo entiendo! ¡Por favor, déjame marchar!
Pero Elliana no lo soltó inmediatamente. Su voz se suavizó, inquietantemente tranquila, como seda envolviendo una navaja. «Tengo que asegurarme de que aprendes la lección». Sin previo aviso, golpeó la muñeca de Dylan contra el escritorio. Con un movimiento fluido, cogió un compás del estuche de Frieda y se lo clavó directamente en la palma de la mano.
Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Nadie tuvo tiempo siquiera de reaccionar.
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«¡Aaaah!». El grito de Dylan rompió el aire.
Todos abrieron los ojos con horror al ver cómo la punta afilada del compás atravesaba su palma y la sangre brotaba en chorros calientes. El sudor le corría por la cara mientras temblaba y jadeaba.
«Ugh…». La multitud retrocedió al unísono, dando un paso atrás mientras el miedo se apoderaba de sus pechos.
Aún eran meros estudiantes, demasiado inocentes y protegidos para comprender una brutalidad tan despiadada. Sus rostros palidecieron como fantasmas, paralizados por la conmoción. Unos sollozos silenciosos escaparon de algunas chicas cercanas. Trinity apretó los puños con fuerza a los lados de su e , su voz ahogada por el peso de la crueldad de Lilah. Darle a Dylan una dura lección era más que un castigo: era una advertencia carmesí grabada a fuego en la mente de todos los presentes.
«¿Crees que esto se te quedará grabado?», preguntó Elliana con una sonrisa despreocupada, como si comentara un día soleado.
Dylan se retorció atormentada y asintió frenéticamente. —¡Sí! Juro que nunca volveré a cruzarte el camino. Por favor, déjame ir.
Los ojos de Elliana brillaron con gélida satisfacción. «Tu disculpa parece sincera. Por ahora, quedamos en paz. Pero recuerda esto: cuando me vuelvas a ver, mantén la cabeza gacha».
Dylan exhaló un suspiro tembloroso y el alivio lo inundó como una marea.
Los espectadores se prepararon, esperando que ella finalmente lo soltara, imaginando que él correría al hospital para que le quitaran la brújula. Pero con la velocidad de una serpiente que ataca, ella le arrancó la brújula.
«¡Ah!», gritó Dylan mientras se derrumbaba, agarrándose la mano herida y encogiéndose de dolor.
«¡Ugh!». La multitud retrocedió instintivamente, con el corazón latiendo con fuerza por el horror y el asombro.
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