Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 737
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 737:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
«Arthur, ¿cómo puedes mostrar tanta crueldad?», exclamó ella con voz entrecortada, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. «Si nunca me consideraste tu esposa, ¿por qué me permitiste vivir a tu lado todos estos años? ¿Por qué me permitiste supervisar toda esta casa?».
«¿De verdad quieres saberlo?», preguntó Arturo con una mueca de desprecio que le deformó el rostro.
Eva fijó la mirada en él, con la respiración atrapada en la garganta. Necesitaba saber la verdad.
La mirada de Arthur se volvió gélida y, en lo más profundo de sus ojos, brilló una chispa amenazadora. —¿Has olvidado —preguntó, bajando la voz hasta convertirla en un susurro peligroso— por qué mi padre ordenó de repente la muerte de la madre de Milton?
La pregunta golpeó a Eva como un mazazo y ella retrocedió un paso, y luego otro. Nunca antes había visto a Arthur así, como un extraño frío y aterrador cuya mirada parecía atravesarle el alma. ¿Sabía él el trato que ella había hecho con Paul? ¿Era esa la razón por la que la miraba con tanta intención asesina?
Después de dos décadas de devoción absoluta, no solo no había conseguido asegurarse su amor, sino que había cultivado su odio. Un odio tan profundo que él quería verla muerta. No. Se negaba a aceptarlo.
—Arthur, ¡no puedes echarme toda la culpa a mí! —dijo, con palabras que brotaban de su boca con desesperada prisa—. ¡Tú conocías la naturaleza de tu padre mejor que nadie! Si él carecía de…
—¡Ya tenía intenciones asesinas, cómo podría haberlo influido yo? ¡Él dio la orden! ¡Se aseguró de que se cumpliera! ¡No tenía nada que ver conmigo!
¡Bang! El puño de Milton se estrelló contra el escritorio, y el sonido explosivo rompió la tensión sofocante. Sus ojos, ardientes de furia, que reflejaban la ira gélida de su padre, se clavaron en Eva. —¿Que no tiene nada que ver contigo? —gruñó.
—Milton, tú… —comenzó Eva, pero las palabras se marchitaron en sus labios. El poder bruto de su ira llenó la habitación como una fuerza viva, e instintivamente retrocedió dos pasos más, ansiando alejarse de su ira consumidora—. Milton, durante todos estos años, te he querido como a mi propia carne y sangre. ¿No sientes ni la más mínima gratitud?
—¡Qué idea tan ridícula! —se burló Milton, soltando una risa áspera y cortante que resonó en la habitación—. Tengo a mi madre. Nunca te pedí que representaras esa repugnante farsa. Cada sonrisa que me regalaste, cada palabra de preocupación fingida, cada gesto asfixiante de «devoción», todo eso me repugna por completo.
—¡Tú! —El cuerpo de Eva temblaba de rabia, con las manos apretadas en puños a los lados. Durante incontables años, había agotado todos sus esfuerzos para conquistar el corazón de Arthur y consolidar su posición dentro de esta familia. Había acogido a Milton como si fuera su propio hijo, prácticamente suplicándole que la aceptara. Pero ahora, esta cruel rechazo era su recompensa. Ser vista como algo totalmente repugnante. «¿Cómo puedes tener un alma tan despiadada?», acusó Eva, con lágrimas corriendo libremente por su rostro. «¡Renuncié a mi oportunidad de tener hijos para convertirme en una madrastra devota para ti! ¡Simplemente adopté a Wanda! ¿No reconoces ninguno de mis sacrificios?».
«¿No te da vergüenza?», replicó Milton con veneno. «Querías desesperadamente tener un hijo propio, pero renunciaste a la oportunidad. El hecho de que nunca hayas tenido un hijo no tiene nada que ver conmigo, sino contigo».
Una ola abrasadora de humillación se abatió sobre Eva. La brutal verdad le golpeó de lleno. En efecto, su falta de hijos no tenía nada que ver con la presencia de Milton. Se debía a que, en más de veinte años, Arthur nunca había compartido su lecho.
Milton continuó con su implacable ataque. «Te escondiste a espaldas de todos para acercarte a mi abuelo», dijo con ardiente intensidad. «Utilizaste el nombre de tu familia y tus conexiones para persuadirlo de que eliminara a mi madre. Eres una criatura tóxica y manipuladora. ¿Cómo te atreves a exigirme gratitud? Si albergara siquiera la más mínima gratitud hacia ti, ¿cómo podría honrar la memoria de mi verdadera madre?».
.
.
.