Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 690
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Capítulo 690:
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Mientras Elliana viajaba a Blehstin, las dudas se agolpaban en su mente. ¿Su llamada inesperada había delatado la ubicación de Dobbs? Si era así, entonces ella había tenido algo que ver con lo que le había sucedido, y el peso de esa culpa la oprimía con fuerza. ¿Era posible que esos asesinos hubieran sido enviados por su padre biológico? ¿Podía él sentir tanto odio hacia su madre, incluso después de que ella le hubiera dado un hijo?
Atormentada por una tormenta de ira y culpa, Elliana finalmente llegó al hospital donde se encontraba Dobbs al amanecer.
Ayer, Dobbs había temido no volver a despertar y perder la oportunidad de ver a Elliana por última vez. Por eso, cuando comenzó la operación, rechazó la anestesia y la sedación. No importaba el dolor, estaba decidido a permanecer despierto por si ella venía.
Elliana no había olvidado las instrucciones de Dobbs. Disfrazada de enfermera, entró en su habitación del hospital sin que el personal se diera cuenta. En cuanto entró, cerró la puerta con cuidado y la cerró con llave. Se quitó la cofia y la mascarilla de enfermera, se acercó a la cama y susurró:
«Dobbs…». Al oírla, Dobbs se movió ligeramente. Tenía la piel pálida como un fantasma y el cansancio se reflejaba en cada arruga de su rostro, pero sus ojos se iluminaron al instante. Entrecerró los ojos en la penumbra, tratando de enfocar la vista. —¿Es usted… la señorita Marsh? —preguntó con voz ronca, incrédulo. Elliana asintió con expresión amable. No llevaba maquillaje para ocultar su belleza natural—. Soy yo, Dobbs. Elliana.
Por un momento, parecía un hombre que acababa de presenciar un milagro. Intentó incorporarse, embargado por la emoción. —Has venido… Has venido de verdad», susurró. Pero su cuerpo lo traicionó: estaba demasiado débil. Incluso levantar el brazo le costaba un gran esfuerzo.
«No te muevas», dijo ella rápidamente, acercándose. «Déjame ver cómo estás primero». Se inclinó para examinarlo, con las manos firmes y precisas.
Dobbs soltó una risa débil, aunque acompañada de una mueca de dolor. —Por favor, no malgaste sus esfuerzos conmigo, señorita Marsh. Ya sé que mi cuerpo está fallando. La verdad es que debería haber muerto hace quince años de cáncer. Pero su madre… ella me salvó con sus excepcionales habilidades médicas. Me dio todo este tiempo extra. Ahora, mi tiempo prestado finalmente se está acabando.«
Elliana no respondió de inmediato, sus dedos seguían trabajando con concentración y cuidado. No podía negarlo. Su cuerpo estaba a punto de rendirse. Si no fuera por la reciente paliza, quizá le habrían quedado unos años más. Pero las lesiones habían llevado su ya débil organismo más allá de sus límites. Si no fuera por su fuerza de voluntad, no habría sobrevivido a la noche anterior.
Dobbs estudió su rostro, con una leve calidez en los ojos a pesar del dolor. —No te pareces mucho a tu madre —dijo en voz baja—. Supongo que has salido a tu padre.
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Elliana no intentó discutir. Su madre poseía una belleza que hacía girar las cabezas allá donde iba, una presencia tan impactante que podía silenciar una habitación.
Elliana, sin embargo, había heredado algo más discreto.
Carecía de ese encanto deslumbrante y nunca se había visto reflejada en el espejo de su madre.
Dobbs la miró con una sonrisa tierna que suavizó el cansancio de su rostro. —Puede que tus rasgos no se parezcan a los de ella —dijo, estudiándola detenidamente—, pero tus ojos… Son iguales que los de ella: claros, brillantes, llenos de vida. En cuanto los vi, supe quién eras. No hizo falta preguntar nada.
Ahora entendía por qué no le había pedido pruebas ni había dudado de su identidad.
Un frágil silencio se instaló entre ellos cuando Elliana tomó su mano entre las suyas, con los dedos temblorosos mientras la rodeaban. Sus ojos brillaban, llenos de lágrimas contenidas. —Dobbs —susurró, con la voz quebrada por el peso de la culpa—, gracias por todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Lo siento… Nunca quise meterte en peligro. Si no te hubiera llamado, quizá nada de esto habría pasado».
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