Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 687
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Capítulo 687:
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«Me parece bien», dijo rápidamente, tratando de controlar el temblor de su voz. «Dime. ¿Qué nombres tienes en mente?».
Una vez habían imaginado un futuro en susurros, uno con un hijo y una hija. Se dio cuenta de que Cole debía estar esperando que estuviera embarazada de gemelos.
«Para un niño… Félix. Para una niña…
Beatrice», respondió él, pronunciando cada nombre como si fuera un secreto preciado. Se había devanado los sesos para hacer una larga lista de nombres adecuados antes de decidirse finalmente por estos dos. Después de todo lo que había sobrevivido, después de todas las sombras que se habían cernido sobre él, quería que sus hijos no conocieran el dolor y solo llevaran la luz consigo. El esfuerzo que había puesto en elegir los nombres solo era una pequeña muestra del amor que sentía por sus futuros hijos. Elliana entrelazó sus dedos con los de él, con un gesto suave pero firme. «
Son perfectos», susurró ella. «Contienen todo lo que esperamos».
El silencio volvió a instalarse entre ellos, esta vez más suave, como una nana cuya letra ninguno de los dos conocía. Así que se abrazaron, con los cuerpos muy juntos, y el silencio que los rodeaba era tan frágil como el cristal soplado.
Tras una pausa larga y dolorosa, Elliana se movió. Su voz era poco más que un susurro.
«Cariño, es hora de la inyección. No podemos esperar más. Retrasarla más podría reducir su eficacia». Cole asintió sin decir nada. Pero sus ojos, oh, sus ojos, revelaban la verdad que ella ya conocía. Él no quería esto. Ninguno de los dos lo quería, no cuando había riesgo de perder la memoria. Sin embargo, no había otra opción que proceder con la inyección final.
Fuera lo que fuera lo que les esperaba, tendrían que enfrentarse a ello.
Cole se levantó sin decir nada, con movimientos lentos y deliberados. Se acercó a la cama y se tumbó, con la mirada fija en el techo, tranquilo, sereno y distante, como si ya se estuviera preparando para lo desconocido.
Elliana se acercó a la puerta y la abrió. Ruben y Jarrett entraron en silencio, con el rostro serio. El peso del posible resultado los oprimía a todos. Esta inyección no era solo un procedimiento médico, era un reinicio. Y con ello llegaba la aterradora posibilidad de que los recuerdos de Cole, su propia percepción, pudieran borrarse por completo.
Una persona era más que piel y huesos. El alma estaba formada por mil cosas silenciosas: por el calor de las viejas historias, por los temperamentos forjados a lo largo del tiempo, por las risas compartidas en la mesa y por las cicatrices ganadas en el camino. La idea de un Cole que no los recordara a ellos ni a su historia les afectó más de lo que Ruben o Jarrett podían haber imaginado. Cole, que había vivido veintisiete años bajo su techo, sin duda su orgullo y alegría, podría desaparecer, dejando atrás a un extraño. Querían decir algo. Cualquier cosa. Pero las palabras se les atragantaron en la garganta, como si pronunciarlas en voz alta hiciera que el miedo se hiciera realidad.
Cole les dedicó una sonrisa débil y torcida, una que no llegó a alcanzar sus ojos. —Abuelo. Papá —dijo en voz baja—, si la versión de mí que despierta es otra persona, alguien a quien no reconocéis, por favor, no lo odiéis.
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Rubén dio un paso adelante rápidamente, sacudiendo la cabeza. —No hables así, Cole. Elliana dijo que es solo la peor de las hipótesis. Aún tenemos esperanza». Su voz era firme, pero el tono de preocupación lo delató. «Siempre has sido fuerte. Nada te ha vencido jamás, ni siquiera se ha acercado. Esto tampoco lo hará. Creo en ti».
Jarrett intervino con voz firme pero cargada de emoción: —Ruben tiene razón. Pase lo que pase, sigues siendo mi hijo, el nieto de Ruben y el marido de Elliana. Estaremos aquí, esperando a que vuelvas con nosotros.
La calidez de sus palabras envolvió a Cole como una manta, ahuyentando el frío que se había apoderado de sus pensamientos. Su pecho se relajó. Una pequeña sonrisa sincera se dibujó en su rostro. Cerró los ojos y dejó que sus voces permanecieran en su mente, envolviéndolo como el recuerdo de su hogar.
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