Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 686
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Capítulo 686:
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—Por ahora, no hay nada concreto —dijo—. Solo quedaos cerca. Si pasa algo, actuaré rápido, pero necesito que estéis cerca.
Ambos asintieron sin preguntas ni dudas.
Elliana preparó la última inyección con dedos firmes, pero con el corazón acelerado. Se volvió hacia Cole y le susurró: —Es la hora. Túmbate en la cama.
Pero Cole no se movió. Permaneció donde estaba sentado desde el amanecer, en el borde del sofá, con la comida fría a su lado y el agua sin tocar. Una quietud se aferraba a él como un paño de luto. Parecía menos un hombre que se preparaba para curarse y más uno resignado al final.
El silencio en la habitación era denso y frágil, nadie se atrevía a hablar.
Los ojos de Cole se fijaron en el frasco que ella tenía en la mano, tan pequeño, tan engañosamente frágil. Apretó los puños, los nudillos blancos, los ojos enrojecidos. Ese frasco contenía la clave de un futuro que ya no podía ver con claridad, un futuro en el que podría olvidarlo todo, incluso a sí mismo. Ese pensamiento rompió algo dentro de él.
Elliana se acercó, con voz suave y tranquilizadora. —Me prometiste que no te rendirías.
Él apretó los ojos con fuerza y el dolor se reflejó en su rostro como un relámpago tras las nubes.
—Abuelo… Papá… —Su voz apenas se oía—. ¿Podéis dejarnos un momento?
Ruben y Jarrett salieron sin protestar y cerraron la puerta en silencio.
Cole abrió los brazos. —Elliana. Ven aquí.
Ella dejó el frasco en el suelo y cruzó la habitación sin dudarlo, sentándose en su regazo mientras él la envolvía en un abrazo desesperado y protector. Su mano buscó su vientre, y sus dedos temblaron ligeramente al rozar la tela.
—¿Estás embarazada?
La pregunta apenas se oyó, frágil como un suspiro, como un monarca moribundo preguntando si su reino seguiría viviendo a través de un heredero. La esperanza se desvaneció en su voz, cruda, dolorida, aterrorizada.
Elliana sintió que se le oprimía el pecho y le ardía la garganta. Se suponía que esto era una cura, pero le parecía dolorosamente una despedida. Tragó saliva con dificultad y respondió con voz suave pero firme. —Es demasiado pronto para saberlo.
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Ella podía leer señales que otros no veían, sentir pulsos que a la mayoría se les escapaban, pero incluso su don tenía límites. No podía saber si había concebido en los últimos diez días. Aun así, cada momento íntimo que habían compartido le había dado nuevas esperanzas.
Era maravillosamente posible que tuviera un pequeño, de menos de diez días, creciendo dentro de ella.
Cole la abrazó con más fuerza, como si el hecho de sostenerla pudiera mantener a raya el miedo. Y entonces, con su aliento contra la piel de ella, habló, y lo que dijo la dejó sin suelo bajo los pies.
—Elliana, ¿qué tal si empezamos a pensar en nombres para nuestros hijos? —preguntó Cole, con una voz suave que rompió el silencio entre ellos.
La pregunta sonó suave, pero golpeó a Elliana como un trueno. Ni siquiera habían confirmado el embarazo, y él hablaba como si su futuro ya se estuviera desarrollando, como si pudiera ver a sus hijos riendo en los rincones soleados de un mañana al que quizá nunca llegaría.
Se le encogió el pecho. Lo miró —la esperanza brillaba débilmente en sus ojos, una sombra de sonrisa jugaba en sus labios— y sintió que la tristeza la invadía como una marea. Si al menos hubiera desarrollado el medicamento perfecto, él no estaría al borde de este precipicio, sin saber si sus recuerdos podrían alterarse o borrarse, convirtiéndolo en una persona completamente diferente. Se culpaba a sí misma por ello. El remordimiento se clavó profundamente en ella, ahogando por completo su vacilación.
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