Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 685
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Capítulo 685:
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Sin decir nada más, Cole se arrodilló y la miró, con los ojos llenos de emoción. «Elliana, ¿quieres casarte conmigo?».
Lo que había comenzado como una celebración por su cumpleaños y su aniversario se convirtió en un momento que ella nunca había imaginado, una propuesta sincera.
Elliana se quedó sin habla, con la respiración entrecortada entre la sorpresa y la incredulidad. Durante un instante, o varios, no pudo hacer nada más que mirar a Cole.
No fue hasta que la voz de Cole la sacó de su ensimismamiento: «Elliana, ¿quieres casarte conmigo?», que finalmente salió de su aturdimiento.
La alegría floreció en su rostro como un amanecer que se abre paso entre la niebla. «Sí, quiero», dijo con voz radiante.
Para Cole, esas dos palabras sonaron más claras y dulces que cualquier sinfonía. Reveló el anillo de diamantes y se lo deslizó en el dedo. Luego, levantó su mano con tranquila reverencia y le besó el dorso como si sellara un voto sagrado. Levantándose, le tendió el otro anillo, su gemelo. «Ahora te toca a ti».
Con manos delicadas, Elliana tomó la alianza a juego y se la deslizó en el dedo.
Entrelazaron los dedos, con las palmas pegadas, observando cómo los diamantes se alineaban con perfecta simetría: dos mitades de un único y luminoso corazón.
Los anillos eran más que joyas. Eran la encarnación física del diseño único de Cole, elaborado minuciosamente para reflejar el vínculo que solo ellos podían compartir.
—Elliana, has grabado una marca de amor en nuestros hombros —murmuró Cole, con voz casi reverente—. Estos anillos… son mi promesa para ti. Si ocurre lo peor, si te olvido, acércate a este anillo y ven a mí. Cuéntame nuestra historia. Recuérdame las promesas que nos hicimos.
El miedo que se aferraba a él no era solo el de olvidar, sino el de convertirse en otra persona completamente diferente. Alguien que podría mirarla y ver a una extraña. Alguien que podría hacerle daño sin siquiera saber por qué. Necesitaba un ancla, algo real e inquebrantable que lo mantuviera anclado al hombre que era en ese momento.
Elliana asintió suavemente, con una promesa en su voz. «Lo haré».
Pero el amor por sí solo no podía detener el paso del tiempo. Y demasiado pronto llegó el día: la tercera y última inyección.
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Esta dosis era la más crucial y la más peligrosa. Estaba destinada a erradicar por completo la psiquefrenia, pero los riesgos eran enormes. No se trataba de una curación suave, sino de un renacimiento a través del fuego, una transformación brutal como la de una oruga que se desgarra para convertirse en mariposa. Cole sería puesto a prueba, y ella también.
Elliana no podía afrontarlo sola. Al amanecer, despertó a Ruben y Jarrett y los reunió en la habitación. Habló con claridad inquebrantable, exponiendo todos los riesgos. «Una vez administrada la inyección, Cole podría sufrir un dolor intenso, fiebre o caer en un profundo…
Sueño. Podría experimentar alucinaciones, confusión o incluso agresividad. Durante los próximos días, alguien deberá estar con él en todo momento. No se le puede dejar solo, ni siquiera un momento».
Les miró a los ojos con tranquila determinación. «Yo me quedaré a su lado durante todo el proceso. Vosotros dos sois mi familia. Tenéis derecho a saber lo que va a pasar. Y… puede que necesite vuestra ayuda».
Ninguno de los dos hombres dudó.
«Elliana, solo tienes que decirnos lo que necesitas», dijo Rubén. «Haremos lo que tú digas».
Jarrett asintió con firme determinación. —Haremos lo que digas.
El alivio inundó su pecho. Su apoyo no solo era reconfortante, era vital.
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