Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 679
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Capítulo 679:
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Justo en ese momento, el zumbido cada vez más intenso de un helicóptero rompió la calma.
El rostro de Elliana se iluminó. —¡Ya están aquí!
La aeronave aterrizó en la pista en una ráfaga de viento y ruido. Un hombre y una mujer salieron, cada uno con una elegante maleta de aluminio que brillaba al sol. Entraron con discreta profesionalidad, saludando con una reverencia antes de colocar las maletas con cuidado sobre la mesa. Con un suave clic, se abrieron los cierres.
Cole se inclinó y entrecerró los ojos al ver el contenido de las maletas. El reconocimiento le golpeó como un trueno sordo. Pistolas de tatuaje. Tintas dispuestas en filas relucientes. Agujas colocadas con precisión quirúrgica, símbolos de permanencia, cuidadosamente colocadas en espuma. Tatuajes a juego.
Y así, sin más, su enigmática frase —«doloroso pero maravilloso»— reveló todo su significado. Sí, habría dolor. El pinchazo de las agujas, el dolor bajo la piel. Pero lo que estaban a punto de hacer era mucho más que tinta y arte: era un voto hecho visible.
Elliana observó a Cole atentamente, con una sonrisa que oscilaba entre la picardía y la vulnerabilidad. —¿Te da miedo un poco de dolor?
—No cuando es por ti —respondió Cole, atrayéndola hacia sí y posando los labios en su cabello—. ¿Qué tienes en mente?
—Un par de colibríes —dijo ella con sencillez, como si la respuesta siempre hubiera estado ahí—. Anoche hicimos una promesa: ser el uno para el otro. Esto será nuestra marca. Nuestra prueba. Un recuerdo que nadie podrá borrar.
Se le encogió el corazón, a punto de estallar. —Me encanta —dijo con voz ronca—. ¿Dónde los quieres?
—En los omóplatos —respondió ella con tono decidido—. El mío a la derecha. El tuyo a la izquierda. Uno hembra para ti y otro macho para mí.
Así, si alguna vez me olvidas, podré enseñártelo. Y no podrás negar que estamos destinados a estar juntos».
Cole la miró con determinación inquebrantable. «Lo que tú quieras».
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Su fácil aceptación la llenó de calor. Su sonrisa se abrió de par en par, iluminando su rostro. «He contratado a los mejores», le dijo. «Verdaderos artistas. Los colibríes serán impresionantes».
—Entonces, hagámoslo —dijo él, sorprendiéndose incluso a sí mismo por el entusiasmo de su voz.
Dada la intimidad del momento, Cole llevó a Elliana a su salón privado. Allí, el tranquilo zumbido de los preparativos llenó el espacio mientras los artistas, un hombre y una mujer, comenzaban su trabajo. Las horas se difuminaron en un ritmo de agujas zumbantes y respiraciones silenciosas. El dolor se abrió paso a través del silencio, pero ni Cole ni Elliana se estremecieron.
Cuando terminaron, los colibríes eran más que simples tatuajes: eran marcas del alma. Vibrantes, vivos e increíblemente tiernos. Adornaban sus espaldas, pero la huella era mucho más profunda. Era como si hubieran grabado el recuerdo el uno del otro en la médula de sus huesos. Una promesa: incluso si la memoria fallaba y el tiempo lo robaba todo, encontrarían el camino de vuelta en esta vida y en la siguiente.
Los días que siguieron fueron dorados, cálidos y llenos de risas, pasando en una neblina de alegría y tranquila intimidad. Pero, como todos los interludios hermosos, el momento comenzó a tensarse a su alrededor. Había llegado el décimo día.
Elliana se quedó quieta durante un largo momento, con el segundo vial de inyección frío en la mano.
Durante los últimos diez días, el cuerpo y la mente de Cole se habían fortalecido progresivamente, y los efectos milagrosos del elixir de Elísio se revelaban cada vez más con cada amanecer.
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