Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 672
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Capítulo 672:
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Una ola de tristeza invadió a Cole, vaciándole el pecho. —Elliana, tengo miedo. Después de la tercera inyección, ¿y si olvido a mi propia madre? ¿Y si te olvido a ti? ¿Quién te ayudará a recomponer todo esto entonces? —murmuró con voz débil y frágil.
Sin decir nada, Elliana extendió la mano y le quitó con delicadeza el brazalete de los dedos temblorosos.
La devolvió a la caja y cerró la tapa con un clic, con tranquila determinación, antes de guardarla en su bolsillo. Luego, lo miró y le dedicó una pequeña pero firme sonrisa, una que contenía más fuerza de la que él creía posible. «No malgastes tus fuerzas en el miedo», le dijo en voz baja. «Vive el momento. Cúrate. Eso es en lo único en lo que debes concentrarte ahora. Afrontaremos juntos lo que venga.
Confía en mí cuando te digo esto: no te defraudaré».
Su promesa resonó en él como un juramento grabado en piedra. La miró fijamente, con el corazón hinchado. En ese momento de silencio, sintió que sus palabras lo envolvían como una armadura, ligera como el aire, fuerte como el acero.
Siempre se había considerado su protector, su ancla en medio del caos. Pero ahora estaba claro: ella se estaba convirtiendo en suya.
Esta chica, de apariencia frágil, era la que lo mantenía unido. Mientras él se desmoronaba, ella recogía los pedazos. Se interponía entre él y la tormenta, inquebrantable. Y lo que más lo desarmaba no era solo su gentileza. Era su fe. Su negativa a dejarlo ir, incluso cuando él sentía que se deslizaba.
Elliana le dio un suave empujón a Cole. «Vamos a comer, ¿vale? Dijiste que más tarde me llevarías a la playa a ver la puesta de sol. Tengo algo muy importante que contarte. Estoy deseando que llegue nuestro paseo juntos».
La curiosidad casi pudo más que Cole, ya que estaba desesperado por saber qué quería decirle. Sin embargo, se dio cuenta de que ella prefería esperar, así que dejó a un lado sus preguntas y se limitó a sonreír. «Está bien. Vamos a comer».
Sin dudarlo, comenzó a servirle sus platos favoritos. Ella disfrutaba de su atención, saboreando felizmente cada bocado.
La tranquila escena no pasó desapercibida. El personal de la casa sonrió al verla. Paulina, incapaz de resistirse, comentó: —Señor Evans, señorita Marsh, ¿les apetece una copa de vino tinto con la comida?
Antes de que Cole pudiera responder, Elliana esbozó una pequeña sonrisa de agradecimiento. —No, gracias. Estamos intentando tener un bebé, así que mejor no tomemos vino.
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¿Un bebé en camino? El rostro de Paulina se iluminó. «¡Es la mejor noticia que he oído en mi vida! Estaré encantada de ayudar a cuidar del pequeño. Niño o niña, da igual, seguro que hereda tus mejores genes. Tan inteligente y tan guapo».
La sonrisa de Cole se desvaneció en cuanto mencionó «genes». Un escalofrío le recorrió el pecho y sintió una punzada aguda. Su psiquefrenia venía de su madre. ¿Era posible que se la transmitiera a su hijo?
Se volvió hacia Elliana y la ansiedad le tensó la voz. «Elliana, quizá deberíamos esperar hasta que esté completamente curado. Entonces podremos hablar de tener un hijo».
Elliana vio claramente sus preocupaciones. Sus ojos se encontraron con los de él y ella respondió con un tono juguetón y burlón: «¿Y si la última inyección me borra de tu memoria? ¿Y si decides que ya no te gusto? Entonces no querrás tener un hijo conmigo, ¿verdad?».
Cole apretó los labios. No encontraba las palabras adecuadas. Se sentía atrapado por sus propios miedos.
Elliana se inclinó hacia él, con voz suave pero insistente. —¿Qué tendría que hacer entonces? ¿Atarte a la cama? No creo que sea lo suficientemente fuerte como para secuestrarte, así que ese plan no vale. Sinceramente, me siento más segura teniendo un bebé antes de que te pongan la última inyección.
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