Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 66
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Capítulo 66:
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El lugar de la ceremonia había sido diseñado con minuciosa precisión.
Fiel a los rumores que circulaban en los círculos artísticos, Luciano insistió en la grandiosidad ceremonial para tales ocasiones, y la investidura de Paige reflejaba sus exigentes estándares en cada detalle.
Dado que millones de personas presenciarían el evento a través de la retransmisión en directo, no se había escatimado en gastos. Cada elemento del escenario rezumaba opulencia y una meticulosa atención a la armonía estética.
La ceremonia se desarrollaría con una formalidad ensayada: discurso de apertura del anfitrión, presentación de los distinguidos testigos y oradores, seguida de la presentación formal del maestro y el protegido.
Luego llegaría el momento crucial: el ritual de iniciación en sí. El maestro expresaría públicamente sus razones para aceptar a este protegido en particular, compartiría la sabiduría adquirida a lo largo de décadas de exploración artística y demostraría las técnicas que el novato debía emular.
Lo que debería haber sido un profundo intercambio artístico le pareció a Elliana absurdamente teatral, sobre todo porque Luciano había encargado una figura de cera de Rosa para la ocasión.
Paige se estaba convirtiendo en la protegida de Luciano, pero él veneraba a Rosa por encima de todos los demás. Elliana reprimió una risa burlona ante la ironía.
La verdadera identidad de Rosa seguía siendo uno de los secretos mejor guardados del mundo del arte, nunca revelado públicamente. Solo un selecto círculo de personas sabía quién era realmente la persona que empuñaba los pinceles detrás de ese nombre.
La única imagen que circulaba por Internet mostraba un perfil borroso, lo que solo confirmaba que Rosa era mujer. En esa enigmática fotografía, llevaba un traje negro a medida con tacones y su largo cabello recogido en una elegante coleta alta. Su silueta esbelta y escultural sugería una profesional refinada, en lugar del estereotipo de artista desaliñada que muchos esperaban.
La misteriosa marca Rosa tenía tal influencia cultural que esta única e indistinta imagen se había proliferado en las redes sociales. Varias instituciones artísticas de prestigio incluyeron sus obras en sus programas, mostrando esta misma fotografía al presentar sus revolucionarias contribuciones.
Aunque era consciente de este fenómeno, Elliana lo había descartado como trivial hasta que fue testigo de la audacia de Luciano al crear una efigie de cera basada en esa única y ambigua imagen.
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Dado que los rasgos faciales seguían siendo indiscernibles en la fotografía, la figura de cera permanecía sin rostro, un compromiso artístico disfrazado de reverencia. Para mantener la ilusión de respeto, Luciano había coronado la figura con un dramático sombrero negro de ala redonda.
Mientras Elliana saboreaba el absurdo que se desarrollaba ante ella, comenzó la ceremonia.
El presentador comenzó por presentar a los testigos reunidos con una solemnidad ensayada.
Para elevar artificialmente la importancia percibida de Paige, el equipo de producción había reclutado a varias luminarias envejecidas del mundo del arte. Su importancia se enfatizó mediante elaboradas presentaciones recitadas por el presentador con teatral solemnidad.
Estas personalidades habían sido claramente bien remuneradas por su participación, ya que sus discursos rebosaban de elogios extravagantes tanto para Luciano como para Paige.
Elliana observaba en silencio, con los labios curvados en una sutil sonrisa cómplice. Tantas reputaciones enredadas en esta farsa… ¿Se arrepentirían de su complicidad cuando la verdad saliera a la luz más tarde?
Tras los exhaustivos testimonios de los testigos, Luciano finalmente se levantó para hablar. Se puso de pie, en una posición que enfatizaba su autoridad, se ajustó las mangas con indiferencia, tomó el micrófono y comenzó a hablar con un tono deliberadamente afectado.
«Como saben mis estimados colegas, nunca seguí el camino convencional de la enseñanza artística. Mi estilo distintivo surgió a través de la innovación personal, pero a lo largo de mi trayectoria creativa, una mentora ha guiado mi espíritu de manera inquebrantable: ¡la incomparable Rosa!».
Con un gesto dramático, Luciano señaló hacia la figura de cera sin rostro.
«Aunque el destino me ha negado el honor de conocer a Rosa en persona, sus obras han sido mis maestras más profundas. Puedo afirmar sin lugar a dudas que ninguna influencia ha moldeado mi visión artística con más fuerza».
En ese momento, los asistentes trajeron varios lienzos: las obras galardonadas de Luciano, la base de su reputación y credibilidad. Para ser precisos, esas eran las obras que él afirmaba haber creado, aunque en realidad habían sido pintadas por pintores que permanecían en la sombra.
Luciano describió cada cuadro con apasionada intensidad, invocando repetidamente el nombre de Rosa como si fuera un conjuro sagrado.
«Observen las técnicas distintivas de mi obra, que reflejan la influencia de Rosa. Esta armonía de elementos…».
«¡Refleja mi profunda reverencia por su genio!». Cada palabra rezumaba emoción fingida, y sus ojos brillaban con devoción fingida, como si la esencia de Rosa hubiera transformado para siempre su alma artística.
Una vez terminada su actuación, devolvió el micrófono al presentador y se inclinó profundamente ante la figura de cera sin rostro. Su expresión transmitía una solemnidad absoluta, creando un silencio reverencial en toda la sala.
Elliana sintió un escalofrío de repulsión recorriendo su piel. Ver a este «maestro» fraudulento realizar una veneración tan elaborada era a la vez repugnante y oscuramente cómico. Una risa espontánea se le escapó de los labios antes de que pudiera contenerla.
El sonido disruptivo rompió la atmósfera ceremonial, haciendo que todas las cabezas de la sala se giraran hacia ella…
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