Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 622
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Capítulo 622:
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«Sé que encontrarás una cura, Elliana. Eres Milena, la única persona que puede salvarme. Conseguiré mantener la compostura mientras trabajas en una cura, sin importar cuánto tiempo te lleve».
Las palabras eran tanto para ella como para él, un mantra que había repetido innumerables veces para animarse. Cada vez que la abrazaba, sentía que se aferraba a los últimos fragmentos de todo lo que alguna vez había importado: las esperanzas, los recuerdos, el futuro que deseaba.
La respuesta de Elliana fue breve.
—Puedo curarte, claro. Pero ni se te ocurra pensar que volveré a casarme contigo. No tendrás una segunda oportunidad, no después de haberme abandonado. Ahora déjame ir o te juro que te arrepentirás.
La desesperación se reflejó en la mirada de Cole mientras la abrazaba con más fuerza.
—Solo dime lo que quieres, Elliana. ¿Hay alguna forma de que puedas perdonarme? Dime lo que sea. Mi dinero, mi tiempo, mi propia vida… Lo daría todo por una segunda oportunidad.
Un bufónada escapó de sus labios.
—No quiero nada de ti. Nunca me entendiste, ni una sola vez. No era nada para ti, te deshiciste de mí fácilmente, ¿y ahora crees que esos regalos lo arreglarán todo? Despierta, Cole.
El dolor se reflejó en sus ojos.
—¿No te gustó ninguno de esos regalos?
Aunque le encantaban los dulces que le enviaba, se negaba a dejarle ver ninguna muestra de debilidad.
—Ni uno solo. Ya te lo he dicho, no quiero ninguna compensación por el daño que me has causado. Me has destrozado el corazón y ni todo el dinero del mundo podrá recomponerlo.
Sus dedos rebuscaron en su pequeño bolso, buscando algo, hasta que encontró el frío y pesado anillo escondido en su interior.
Ese anillo de diamantes había simbolizado todo: la riqueza y el estatus como novia del cabeza de la familia Evans. Se lo había puesto en el dedo en su boda. En el torbellino del divorcio, se había olvidado por completo de devolvérselo.
Sin una pizca de sentimentalismo, se lo puso en la palma de la mano.
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—Tómalo. El matrimonio, el vestido, este anillo… Todo fue para Paige desde el principio. Yo solo era un sustituto. Aunque esta piedra pueda ser invaluable, para mí no significa nada.
—Tienes razón —dijo Cole en voz baja.
Sin dudarlo, bajó la ventanilla y lanzó el brillante anillo a la noche como si no fuera más que un poco de polvo. Su movimiento fue fluido y casual, como si estuviera quitando una pelusa, no un diamante de varios millones de dólares.
Durante unos largos segundos, Elliana solo pudo mirar, sin poder articular palabra.
Cole no dijo ni una palabra más. Subió la ventanilla, sellando el pasado tras el cristal.
—Lo siento mucho, Elliana. Te hice pasar por demasiado con esa boda —dijo Cole con dulzura, con los ojos llenos de arrepentimiento—. Nunca debí convertirte en una novia sustituta, vestirte con un traje destinado a otra persona ni poner en tu dedo un anillo que ni siquiera era tuyo. Todo fue culpa mía.
Se inclinó hacia ella y le besó la frente, con voz suave y prometedora.
—Esta vez, yo organizaré nuestra boda. Un vestido hecho solo para ti. Anillos que no pertenezcan a nadie más que a nosotros. Todo será nuestro, solo nuestro.
Sus palabras envolvieron a Elliana como la cálida luz del sol, extendiendo un lento y dulce calor por su pecho. Pero ella hizo un puchero, fingiendo no estar impresionada.
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