Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 611
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Capítulo 611:
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Elliana, que estaba a un lado, se divertía muchísimo. Ver a Manley retorcerse visiblemente tras el «accidental» piropo de Adah era oro puro. Apretó los labios, tratando, sin éxito, de ocultar la risa que bailaba en sus ojos.
Cole captó el destello de diversión en su rostro y no pudo evitar esbozar una sonrisa.
Deseoso de desviar la conversación y recuperar su ego herido, Manley se volvió hacia Elliana.
—¿Qué os trae por aquí? —preguntó, forzando un tono encantador.
Elliana esbozó una sonrisa despreocupada. —Matando el tiempo. Pasando el rato.
Manley aprovechó la oportunidad. —Entonces, ¿por qué no os unís a nosotros? Aquí todos somos amigos, ¿no?
—Claro —respondió Elliana sin dudarlo.
En un instante, Adah se enroscó en el brazo de Allan como la hiedra en un enrejado, sonriendo como si ya estuvieran celebrando su quinto aniversario de boda.
«¡Sí, sí! ¡Quedemos todos juntos!».
Allan retrocedió como si le hubieran dado una descarga eléctrica, intentando zafarse. Pero Adah solo apretó más el abrazo, inclinándose hacia él con la confianza de alguien que no entiende el concepto de espacio personal.
«¡Mira!», dijo en voz alta, mostrando los dientes como un poni premiado.
«Elliana pagó para arreglarlos. ¿A que brillan? ¿No te encantan?».
Las payasadas excesivamente familiares de Adah le ponían los pelos de punta a Allan. Cuando ella mostró los dientes para presumir de sus nuevos empastes dentales, retirando los labios en una sonrisa burda, él tuvo que apretar los puños para no reaccionar. Lo último que quería era montar una escena en público.
Pero en el momento en que sus ojos se posaron en la fila recta y brillante de dientes blancos, se quedó paralizado. Había algo en ellos. La línea inmaculada de blanco le resultaba extrañamente familiar, tan familiar que lo clavó en el sitio. No podía explicarlo, pero aquella visión lo invadió con una extraña y inquebrantable sensación de reconocimiento. Se quedó mirando, incapaz de apartar la vista.
Adah esperaba que Allan se sintiera disgustado, tal vez incluso furioso, hasta el punto de romper su compromiso. Pero, en cambio, su mirada inquebrantable la inquietó. Aún atrapada en su papel de paleta despistada, no podía reaccionar, no sin delatar su engaño. Así que se quedó allí, incómoda y paralizada bajo su escrutinio.
Se quedaron uno frente al otro. Adah estudió sus rasgos cincelados, fijándose en cada línea y sombra. Allan, por su parte, seguía fijándose en sus dientes. El contraste entre ellos era casi cómico: un hombre refinado y apuesto cautivado por una mujer que parecía deliberadamente fea. Toda la escena parecía sacada de un sueño febril.
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Al ver cómo se desarrollaba ese extraño momento, Manley se quedó boquiabierto, incrédulo.
No puede ser. ¿Estaba pasando esto de verdad? Primero, Cole se había enamorado de Elliana, la mujer fea. ¿Ahora Allan miraba a Adah, igual de poco atractiva, como si fuera una especie de diosa disfrazada? ¿Era algún patrón enfermizo que se repetía? Elliana y Adah, una pareja perfecta de mejores amigas, ambas igual de feas y, sin embargo, capaces de atraer a los solteros más codiciados de la ciudad. Cole ya trataba a Elliana como si fuera algo raro y precioso.
Si Allan empezaba a comportarse de la misma manera con Adah, los Cuatro Solteros de Oro se convertirían en el hazmerreír de todos.
Manley tragó saliva con dificultad, sintiendo cómo le invadía un frío terror. Fuera cual fuera la locura que se había apoderado de Cole y Allan, juró que él no sería el siguiente. Tenía principios. Nunca se enamoraría de una mujer fea, y mucho menos se casaría con una.
Mientras Manley se consumía en su espiral de horror, Elliana disfrutaba enormemente del drama que se estaba desarrollando entre Adah y Allan. Allan, que hacía unos momentos parecía visiblemente molesto con Adah, ahora parecía completamente absorto, mientras que Adah, por el contrario, parecía que su disfraz comenzaba a resquebrajarse.
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