Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 594
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Capítulo 594:
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Elliana apretó la mandíbula. —Heather, ¿quieres conservar tu trabajo o no?
—¿Eh? —Heather parpadeó, saliendo de su aturdimiento—. ¿Qué acabas de decir?
Elliana soltó una risa fría y hueca. —Te he preguntado si has dejado de reconocerme como tu superiora.
—¿Qué? ¡Ni hablar! —Heather parecía escandalizada. «¡Mi lealtad hacia ti es inquebrantable! ¡Estaré a tu lado en las buenas y en las malas!».
Elliana arqueó una ceja. «Júramelo».
Heather levantó la mano, seria como un juez. «Elliana, ¡lo juro por mi vida! Si miento, que me fulmine un rayo bajo el primer árbol que vea».
—Oh, qué dramática —murmuró Elliana con una sonrisa burlona. Luego, su voz se volvió cortante mientras golpeaba el plato—. Si eres tan leal, ¿por qué me has traído esta comida de mierda?
Heather se estremeció. Bajó la mirada al plato y luego volvió a levantarla. —Elliana, solo… aguanta un poco. Te prepararé un festín para el almuerzo, algo divino.
—¡Fuera! —espetó Elliana.
Heather dudó, sin saber si marcharse, cuando Damian entró corriendo como una tormenta.
—Elliana, tengo noticias importantes…
Elliana, que ya estaba de mal humor, le lanzó una mirada fulminante. —Si no sabes informar correctamente, apúntate a clases. No irrumpas como si se acabara el mundo.
Damian parpadeó, desconcertado. Miró a Heather, preguntándole en silencio qué estaba pasando, pero ella apartó la mirada, sin atreverse a admitir que era ella quien había enfadado a Elliana.
Damian bajó rápidamente el tono teatral y esbozó una sonrisa mientras informaba: —Cole ha enviado a sus hombres para entregar otro regalo.
La expresión de Elliana se suavizó ligeramente. Justo ayer, Cole había enviado docenas de cajas llenas de exquisitos dulces. Ese recuerdo le quitó un poco de tensión. «Que pasen», dijo con frialdad, entrando en la sala y dejándose caer en el sofá.
Heather la siguió, con el corazón a punto de salirse del pecho. Había estado esperando toda la mañana para volver a ver a Hugh y estaba ansiosa por saber qué había traído esta vez.
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Pero en lugar de Hugh, entró Myles. Con sus elegantes gafas negras y su traje perfectamente planchado, Myles era todo pulcritud y aplomo, mucho más refinado que Hugh. Lástima que a Heather no le gustara ese tipo de hombres. En cuanto se dio cuenta de que Hugh no iba a venir, su entusiasmo se esfumó como un refresco sin gas.
Detrás de Myles, entraron docenas de hombres vestidos de negro, igual que el día anterior. Cada uno llevaba una caja grande, con movimientos perfectamente sincronizados y teatrales.
Era otro espectáculo exagerado. Elliana sentía curiosidad por saber qué había enviado Cole esta vez, al igual que Clifton, Kieran, Heather y Damian, que se agolparon en la sala de estar para mirar, igual que ayer.
Elliana se quedó quieta, con el estómago rugiendo como un animal salvaje. Lo único que quería en ese momento era una comida caliente y abundante. Antes de que Myles pudiera decir nada, se le adelantó. —¿Qué hay en las cajas?
Myles hizo una señal clara. En perfecta sincronía, los hombres vestidos de negro abrieron las tapas. La habitación se iluminó al instante, con un resplandor tan intenso que casi dolía mirar. Elliana se puso de pie y escudriñó el contenido. Diamantes. Todas las cajas estaban llenas hasta los topes de diamantes impecables y deslumbrantes.
«¡Guau!», exclamó Heather con los ojos muy abiertos y llena de alegría. Le encantaban los diamantes. Había soñado con llevar tantos que brillaría literalmente como un árbol de Navidad.
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