Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 559
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Capítulo 559:
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Rubén no hizo ningún gesto para presentar a Cole, ni se lanzó a hablar de su estado. En cambio, entabló una conversación ligera con Elliana, entretejiendo cumplidos con silenciosa precisión.
Elliana lo vio como lo que era: un sutil interrogatorio envuelto en cortesías. No era una charla trivial, sino que Ruben la estaba examinando, sopesando su presencia. Nunca se arriesgaría a exponer a Cole, el heredero del legado de los Evans, a cualquiera. Y menos aún con una enfermedad tan rara como la psiquefrenia.
Elliana siguió su ritmo, tranquila, serena y cautelosa. Sus respuestas eran meditadas, nunca apresuradas. La conversación fluía con naturalidad y la prueba se desarrollaba entre sonrisas.
Finalmente, Ruben se reclinó en la silla, aparentemente satisfecho. —Dra. Atkinson, ¿sería tan amable de examinarme ahora?
Elliana sonrió. —Por favor, extienda el brazo.
Ruben apoyó el antebrazo sobre la mesa. Ella le presionó la muñeca con los dedos, concentrada. Tras un momento de silencio, se apartó. —Goza de perfecta salud —dijo, esta vez con su voz real.
Ruben se estremeció. Esa voz… era sin duda la de una mujer. Y, aunque pareciera imposible, era la de Elliana. Abrió mucho los ojos y la miró fijamente, mientras la ilusión se desvanecía ante él.
La sonrisa de Elliana se hizo más profunda, teñida de un tranquilo triunfo. —Soy Elliana —dijo.
Ruben se quedó paralizado, desorientado, con la mirada fija en ella y en Cole, en silencio, pidiendo una explicación.
Cole asintió ligeramente, con deliberación. —Abuelo, es ella de verdad.
A Ruben se le cortó la respiración. Se volvió hacia Elliana, ahora visiblemente conmocionado. —¿Es esta tu verdadera apariencia?
—El rostro es mío —dijo con compostura—. El pelo y la nuez eran accesorios.
Con elegante precisión, se quitó la peluca y se retiró la prótesis de la garganta.
En un instante, el joven sereno desapareció, sustituido por una visión de belleza etérea. Su cabello, que le llegaba hasta la cintura, caía en ondas brillantes, suavizando su aspecto; toda su presencia suavizó la habitación. Rubén solo podía mirar, atónito y en silencio. Había pasado años creyendo los rumores de que un incendio en su infancia había desfigurado a Elliana hasta dejarla irreconocible, obligándola a ocultar su rostro bajo grotescas capas de maquillaje. Pero todo había sido una mentira.
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No había cicatrices. No había ruina. Solo un rostro tan impactante que parecía más propio de un mito que de un recuerdo.
Ruben abrió la boca y, entonces, de forma inesperada, soltó una carcajada. Había llevado consigo una inquietud silenciosa por haber forzado su matrimonio, pensando que había condenado a su nieto a una vida de lástima con una esposa poco atractiva. ¿Pero ahora? Ahora veía la verdad. Eran la pareja perfecta. Casi predestinados.
La risa se desvaneció, sustituida por un fruncimiento de ceño al despertar los recuerdos en Rubén. Esa cascada de cabello… Recordó una noche, hacía mucho tiempo, en la que había invitado a Elliana a unirse a él para contemplar la luna. Ella había llegado con un vestido blanco vaporoso, el rostro cubierto de un maquillaje pálido, casi inquietante. La misma cascada de cabello. La había confundido con un fantasma y se había desmayado en el acto. Ella le había dicho que era una peluca. Y, como un tonto, él la había creído. El recuerdo encendió una nueva irritación en Rubén. ¡Ella había estado burlándose de él todo el tiempo!
Al notar la tormenta que se avecinaba en su rostro, Elliana no pudo resistirse a burlarse. «¿Por qué esa cara tan larga? ¿Soy tan horrible sin el disfraz que te di que te he asustado?».
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