Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 501
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Capítulo 501:
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Con la mirada fija, Elliana preguntó con calma: «Cole, déjame preguntarte una vez más. ¿De verdad quieres el divorcio?».
La respuesta de Cole fue sencilla y firme. «Sí».
«Muy bien, entonces». Elliana asintió con la cabeza y estableció sus propias condiciones con fría precisión. «Si estás tan seguro de que amabas a la persona equivocada, no me aferraré a ti. Pero espero que me trates de forma justa. Aceptaré los diez mil millones que me has ofrecido, y también quiero Regal Grove».
Regal Grove siempre había sido su refugio, y ella tenía la intención de vivir allí, con la esperanza de que él viniera a buscarla una vez que cambiara de opinión. Cole no dudó ni un segundo antes de asentir con la cabeza. «De acuerdo».
Regal Grove no era solo otra finca, era la que él había soñado y construido con sus propias manos. Cada rincón, cada detalle, contenía pedazos de él. Si ella lo quería para sí misma, se lo entregaría sin dudarlo.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Cole.
La respuesta de Elliana fue mesurada y firme. —Eso es todo.
Sin decir nada más, sacó los papeles del divorcio del bolsillo, firmó y guardó una copia para ella. Le entregó la otra a Cole con una tranquilidad definitiva.
Cole tomó los papeles, con el rostro ensombrecido por una tristeza que ya no podía ocultar.
—¿Cuándo deberíamos formalizar el divorcio? —preguntó Elliana, con un hilo de voz.
—Ahora —respondió Cole rápidamente, antes de poder pensarlo dos veces. Necesitaba que esto sucediera lo antes posible.
Cada momento que permanecía lúcido le parecía prestado, y no podía confiar en que su mente aguantara mucho más. Este era el último regalo que podía hacerle: la libertad antes de que su enfermedad los hundiera a ambos. Le destrozaba imaginar a Elliana casándose con otra persona, quizá incluso formando una familia sin él, pero era un dolor que tendría que soportar solo. Amarla significaba dejarla marchar.
Se hizo el silencio entre ellos mientras Elliana estudiaba su rostro demacrado, con el corazón encogido al verlo. Apenas había despertado de su terrible experiencia, con el cuerpo débil y el espíritu destrozado, pero su urgencia por acabar con todo decía mucho de la oscuridad con la que luchaba en su interior. Su voz se suavizó, teñida de agotamiento. —Pero primero necesito descansar. Apenas puedo mantenerme en pie. Déjame dormir un poco y luego iremos.
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Cole asintió con la cabeza, resignado. —De acuerdo. Esta tarde, entonces. A las tres. Te esperaré en el juzgado.
Con cuidado, guardó los papeles y se dirigió hacia la puerta, con cada paso cargado de un dolor inexpresable.
Cole se quedó donde estaba, perdido en el eco de su partida. Las lágrimas cayeron silenciosamente sobre los impolutos documentos del divorcio, difuminando la tinta y el futuro que acababa de dejar escapar.
Cuando Elliana salió, se encontró a Ruben, Bertram y Emmanuel reunidos justo al otro lado de la puerta, escuchando a escondidas. Sonrió con calma y dijo: —Ruben, parece que nuestras tranquilas tardes juntos contemplando la luna están llegando a su fin. Cuídate, ¿de acuerdo? —Volviéndose hacia Bertram y Emmanuel, se despidió con un simple adiós. «Adiós, Bertram. Adiós, Emmanuel». Sin esperar respuesta, Elliana bajó las escaleras. Los tres hombres la vieron alejarse, cada uno sintiendo el peso del momento. Rubén dejó escapar un largo y cansado suspiro. Bertram y Emmanuel intercambiaron miradas resignadas y negaron con la cabeza. Cole estaba a punto de hacer historia en la familia Evans, ya que sería el primer hombre en poner fin a su matrimonio y alejarse de una tradición familiar que se había mantenido durante generaciones. Pero ninguno de ellos se atrevió a detener a Cole, y culpar a Elliana les parecía imposible. Ella no había hecho nada para merecerlo.
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