Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 499
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Capítulo 499:
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Irene había amado a Bertram desde que eran jóvenes, soportando innumerables humillaciones solo para convertirse en su esposa. La idea de perderlo ahora era insoportable. Además, sin su lugar al lado de Bertram, sus sueños de convertirse en la mujer más honrada de la familia Evans se desmoronarían. Todo por lo que había trabajado se desvanecería. Desesperada, mintió. «Bertram, te lo juro, nunca pensaría tal cosa».
Bertram soltó una risa fría y amarga. «Irene, hace mucho que te calé. La única razón por la que me he callado ha sido por nuestros hijos. Pero mi paciencia tiene un límite. No lo pongas a prueba».
El miedo mantuvo a Irene en silencio. Bajó la mirada y se mordió el labio, sin atreverse a mirar a Bertram a los ojos.
Bertram no había terminado de regañarla. «De ahora en adelante, compórtate. Si te vuelvo a pillar tramando algo, la próxima vez no habrá piedad».
Sin esperar su respuesta, Bertram se dio la vuelta y se marchó.
Las lágrimas brotaron y comenzaron a resbalar por las mejillas de Irene. En un momento de impulso, lo llamó: «¡Bertram! Después de todos estos años, ¿qué he significado para ti?».
Bertram se detuvo y miró hacia atrás. «¿No has sido siempre mi esposa?».
Su dolor se desbordó. «¡Ser tu esposa no es más que sufrimiento!». Con la voz temblorosa, logró articular: «¡Me siento completamente sola sin tu amor, Bertram!».
La expresión de Bertram se endureció. Solo se veía desprecio en sus ojos. «Tú apartaste a mi primer amor y manipulaste todo para conseguir este matrimonio. Sabías el precio que tendrías que pagar. Todo esto es culpa tuya, Irene. No puedes hacerte ahora la víctima». Con esas palabras, Bertram se alejó sin mirar atrás.
A solas, Irene se derrumbó y sus sollozos se hicieron más fuertes a medida que el resentimiento se agitaba bajo su dolor. Cuando por fin dejó de llorar, se secó la cara y sus ojos adquirieron una mirada fría y decidida. Si el afecto de Bertram estaba fuera de su alcance, dedicaría cada gramo de su ser a asegurar el futuro de su hijo dentro de la familia.
Mientras tanto, Elliana había acompañado a Cole a su habitación. Una vez dentro, lo miró con preocupación. —Acabas de despertarte. Tu cuerpo aún está débil y no es bueno que te alteres tanto. Castigar a Carter y Clarence debe de haberte afectado mucho. Vamos, déjame ayudarte a acostarte.
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Se acercó para ayudarlo, pero la expresión de Cole no cambió. —Sobre el divorcio —dijo en voz baja—, ¿tienes alguna otra condición?
La mano de Elliana quedó suspendida en el aire, entre llegar y retirarse. Por un momento, lo único que pudo hacer fue mirar a Cole en su silla de ruedas, sorprendida por lo repentino de su demanda. Después de todo lo que él había hecho para protegerla, el divorcio era lo último que esperaba.
En el fondo, Elliana ya sabía la verdad: Rubén se lo había contado. Cole lo estaba haciendo por su bien. Pero no le gustaba nada cómo estaba manejando las cosas. Cada vez que surgía un problema, él cerraba su corazón y la excluía sin dar ninguna explicación. Ella despreciaba que él la apartara y la dejara en la oscuridad. Ella nunca había sido de las que se derrumbaban ante las dificultades. Nunca había querido un amor basado en secretos o mentiras piadosas, quería honestidad, aunque duela. Que le dijera la verdad y ella decidiría por sí misma si quedarse y luchar o marcharse.
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