Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 48
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Capítulo 48:
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Cole se había bebido la sopa adulterada que le había preparado Ruben, preparándose para consumar su matrimonio con Elliana. Toda la familia Evans estaba alborotada con el tema.
Paulina, la siempre diligente mayordoma de Cole, lo tenía todo bajo control y había puesto a Aron y Hugh en la planta baja para que montaran guardia, listos para intervenir en cualquier momento.
Cole había estado muy cariñoso con Elliana últimamente, por lo que Aron y Hugh pensaban que los dos formalizarían su unión sin problemas, descartando las preocupaciones de Paulina como innecesarias.
Hugh, que siempre había despreciado el aspecto sencillo de Elliana, no podía dejar de quejarse. «¿Cómo puede alguien tan corriente como Elliana ser suficiente para el señor Evans? El tipo que se ha quedado con ella debe sentirse como si le hubiera tocado la pajita más corta. Me da pena el señor Evans solo de pensarlo… ¡Uf!».
Aron, más sensato que Hugh, lo calló de un plumazo. «¿Te olvidas de las órdenes de Paulina? Nuestro trabajo es mantener a salvo al Sr. Evans, no meter las narices en sus asuntos».
Mientras discutían, Cole salió de la villa y ellos se pusieron firmes.
«¡Al Royal Club!», gritó Cole.
Aron y Hugh no se atrevieron a hacer preguntas. Abrieron la puerta del coche y lo siguieron.
Después de que Cole se marchara, Trinity sonrió en la planta baja y avisó al mayordomo. —Barney, la familia Craig va a dar una fiesta para celebrar que he terminado los exámenes, así que no volveré esta noche. ¿Puedes avisar a los mayores?
—Por supuesto, señorita Craig —dijo Barney Chávez con una reverencia respetuosa—. ¿Necesita que le llame a un coche?
—No, los Craig han enviado uno para mí.
—Que te diviertas, entonces.
Trinity esbozó una sonrisa, se despidió de Barney y abandonó la finca de los Evans. Pero no se dirigió a la residencia de los Craig, sino que siguió el coche de Cole hasta el Royal Club.
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En el Royal Club, Cole irrumpió en una sala privada y se dejó caer en el sofá, pensativo. Estaba muy alterado, con una fiebre que le recorría todo el cuerpo y las mejillas enrojecidas de un color poco natural.
Aron y Hugh montaban guardia en la puerta, echando miradas furtivas a través de la rendija, con los nervios a flor de piel.
Hugh se inclinó y le susurró a Aron: —Mira al señor Evans, está en mal estado. ¿Deberíamos buscar a alguien para ayudarlo?
Aron le lanzó una mirada fría. —Tú…
—Ya sabes cómo es el señor Evans. Tiene principios. ¿Traerle a cualquier mujer? Eso es buscar problemas.
Hugh soltó un suspiro de derrota.
En ese momento, Trinity se acercó, luciendo un vestido de gasa blanca y con una suave sonrisa en el rostro. —¿Está Cole ahí dentro?
Aron y Hugh la miraron desconcertados. —Señorita Craig, ¿qué hace aquí?
Trinity levantó una caja. —Ruben me ha enviado a traerle algo de comida a Cole. Como mencionó a Ruben, Aron y Hugh no tenían motivos para detenerla. Abrieron la puerta de la sala privada, la dejaron entrar y la cerraron tras ella. Supusieron que Ruben había enviado a Trinity con algún tipo de remedio para Cole. Aun así, les pareció extraño. ¿Por qué Trinity, de entre toda la familia Evans? Especialmente con Cole en ese estado, no era precisamente el mejor momento para que estuviera rodeado de mujeres.
Dentro de la habitación privada, Trinity se bajó el vestido de gasa, dejando al descubierto medio hombro, y miró al hombre que yacía en el sofá con los ojos aturdidos.
Cole, con los ojos cerrados, respiraba con dificultad y de forma entrecortada. Al oír sus pasos, frunció el ceño. —¿No te he dicho que no me interrumpieras a menos que te llamara? —
El corazón de Trinity se aceleró, dividido entre la emoción y el miedo. Mordiéndose el labio, se acercó de puntillas y murmuró: —Cole, soy yo.
Cole se quedó paralizado y luego abrió los ojos, posando su fría mirada en el rostro de ella. —¿Qué haces aquí?
Antes de entrar en la habitación, Trinity había fantaseado con que Cole la vería, la atraería hacia sí, la besaría apasionadamente y la poseería allí mismo. Había leído suficientes novelas románticas como para saber que los hombres en su estado debían perder todo el control. Pero la voz y la mirada de Cole eran tan frías que le provocaron un escalofrío. —Rubén me ha enviado a traerte algo de comer.
Cole volvió a cerrar los ojos, con el rostro inexpresivo. —Deja la comida y vete. —Se dio cuenta de su mentira en un instante, pero no se lo echó en cara. Quitarle la máscara solo habría provocado un drama bajo el mismo techo.
Trinity apretó los dedos, pero no se atrevió a quedarse. Dejó la comida y salió corriendo. Estaba locamente enamorada del aspecto atractivo y el encanto de Cole, pero le aterrorizaba su presencia fría y autoritaria. ¿Desafiarlo? ¡Ni hablar!
Que la rechazaran así le dolió, y se sonrojó de vergüenza. Pensó en escabullirse discretamente, pero al salir de la habitación se topó con Manley.
—¡Manley!
—¿Trinity? ¿Qué haces aquí?
Trinity se sonrojó de vergüenza. Esbozó una sonrisa torpe y salió corriendo.
Manley arqueó una ceja, luego se dio la vuelta y entró en la sala privada.
Al oír el ruido, Cole se enderezó y miró fijamente a Manley. —Encuéntrame una mujer…
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