Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 475
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Capítulo 475:
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Pero la mirada de Jason era gélida. Una vez que su mente se decidía por algo, ninguna fuerza podía hacerle cambiar de opinión. «Lanny, ¿alguna última palabra?», preguntó con tono seco.
Lanny movió la boca, la abrió, la cerró y volvió a abrirla, pero no salió ningún sonido. Nunca había imaginado que la muerte llegaría así: de rodillas, en plena noche, mirando a los ojos a un hombre al que una vez había seguido sin dudar.
En la pantalla, Irene caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado, con el pánico grabado en cada movimiento. «¡Jason, detén esta locura! ¿Me estás escuchando?», gritó.
Pero Jason permaneció inmóvil, como si estuviera tallado en piedra. Cuando habló, su voz carecía de calidez, era aguda y fría como una navaja en invierno. —Mamá, hago esto para demostrar mi determinación de proteger a la familia Evans y para asegurarme de que nunca vuelvas a cometer este error.
Se volvió hacia Lanny, con la mirada inexpresiva y despiadada. —Lanny, descansa en paz —dijo, pronunciando cada sílaba de forma deliberada y letal.
Un disparo rompió el silencio de la noche, atronador y definitivo. La bala dio en el blanco y Lanny se derrumbó donde estaba arrodillado, sin vida sobre la hierba.
«¡Ahhh!», el grito de Irene atravesó la transmisión, un gemido de dolor y furia entremezclados. «¡Niño sin corazón! ¡Cómo te atreves!».
La mirada de Jason vaciló y sus ojos se oscurecieron con un dolor carmesí. Incluso el acero podía sentir el calor de la pérdida. Lanny había sido más que un subordinado, había sido un buen amigo. Y ahora, la sangre de Lanny estaba en sus manos. El acto se grabó profundamente en su alma como una cuchilla dentada. Pero la transgresión de Lanny había sido demasiado grave, lo que le obligó a actuar. Perdonar a Lanny sería envalentonar a Irene, que seguiría intentando acabar con la vida de Cole. Las posibles consecuencias eran demasiado graves como para arriesgarse.
«¿Acaso no te queda nada de respeto por mí, tu propia madre?», gritó Irene con voz angustiada.
Jason volvió a mirar a la cámara, con una voz inquietantemente serena. «Lanny tendrá un entierro digno».
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Con eso, Jason terminó la videollamada, cortando a Irene en medio de un grito. Solo entonces se le desbordaron las lágrimas. Se quedó de pie bajo la pálida luz de la luna, con la mirada fija en el cuerpo inmóvil de Lanny. No se movió durante mucho tiempo, paralizado por el dolor, con el peso de lo que había hecho presionándole como una losa.
Cuando los primeros rayos del alba empezaron a asomar en el cielo, Jason se arrodilló y enterró a Lanny con sus propias manos.
Pero Jason no regresó a Ublento. Todavía no. En cambio, se quedó en Podgend, decidido a encontrar a Elliana. Ella seguía siendo la esposa de Cole. Cualquier daño que le ocurriera sería una vergüenza para el apellido Evans, una desgracia que él no estaba dispuesto a permitir. Se lo debía a Cole, a la familia, a sí mismo: traerla a casa sana y salva.
Sin embargo, mientras Jason registraba Podgend, no sabía que Elliana ya había regresado a Ublento.
Atormentada por la preocupación por la vida de Cole, Elliana había ido directamente del aeropuerto al hospital. Pero cuando llegó, sin aliento y tensa, se encontró con una noticia agridulce: Cole había sobrevivido a la fase crítica posterior a la operación, pero ya no estaba en el hospital. Lo habían llevado de vuelta a la finca de la familia Evans. Sin detenerse a recuperar el aliento, se dirigió allí.
Mientras tanto, la finca de la familia Evans se alzaba como un monumento al silencio, envuelta en una quietud pesada y sofocante.
En el interior, Cole yacía inconsciente en su cama, pálido e inmóvil, con los párpados apretados como si quisiera protegerse del mundo. No había indicios de que fuera a despertar pronto.
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