Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 440
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Capítulo 440:
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En ese momento, el sonido de unos pasos resonó en la escalera.
Todas las cabezas se volvieron hacia las escaleras cuando apareció Myles, con una carpeta en la mano. Como acababa de salir de la habitación de Cole, estaba claro que traía noticias. Todos los ojos se fijaron en él, esperando algo que pudiera explicar el comportamiento de Cole.
Myles se acercó, mirando nerviosamente a Elliana antes de extender la carpeta y decir en voz baja: «Estos son los papeles del divorcio. El Sr. Evans le pide que los firme».
La mención de los papeles del divorcio detonó en la habitación como una explosión silenciosa.
Allan y Manley intercambiaron miradas de desconcierto: habían sido testigos con sus propios ojos de la devoción de Cole por Elliana y habían visto cómo lo consumía por completo. En el yate de Merritt, Cole había transformado su propio cuerpo en un escudo para ella, dispuesto a recibir una bala destinada a su corazón. Ese acto singular lo revelaba todo: sacrificaría su vida sin dudarlo para preservar la de ella. Un amor tan profundo no desaparecía de la noche a la mañana. ¿Qué fuerza podía destrozar tal dedicación?
Jason seguía ajeno a estas corrientes más profundas. En su mente, la implacable presión de los ancianos de la familia había acabado por quebrantar la determinación de Cole, obligándole a deshacerse de su desagradable esposa como si fuera una carga que ya no podía soportar.
Esta interpretación llenó a Jason de una silenciosa satisfacción.
—Elliana, libera a Cole de la prisión que has creado —declaró Jason—. Cole es leal hasta la médula a la estirpe de los Evans. El manto de sucesor le fue impuesto cuando era un niño, y cada aliento que ha dado desde entonces ha sido en honor a la gloria de nuestra familia. No puede renunciar a su posición como cabeza de familia por ninguna mujer.
Tras una pausa, Jason añadió: —Nada, absolutamente nada, está por encima del deber de Cole como cabeza de la familia Evans. Sacrificaría su propia existencia antes que abandonar esa sagrada responsabilidad.
Su mensaje quedó cristalizado con brutal claridad. Supuso que, para Cole, la posición de cabeza de familia trascendía incluso su propia mortalidad. Naturalmente, deshacerse de una esposa poco atractiva para preservar ese estatus le parecía totalmente razonable.
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Antes de que Elliana pudiera procesar este ataque, Jason aprovechó su ventaja. —Cole nunca ha sido tacaño. Si quiere el divorcio, seguro que te compensará económicamente. Firma estos documentos y tendrás suficiente riqueza para vivir en el lujo hasta tu último aliento.
Elliana había mantenido su máscara de indiferencia durante todo el ataque verbal de Jason, descartando sus palabras como ruido sin sentido. Pero al ver los papeles del divorcio, su compostura se hizo añicos. ¿Cole quería divorciarse de ella? ¿Por qué? Cuando ella lo había rechazado, él la había perseguido con implacable determinación. Ahora que su corazón finalmente se había abierto a él, ¿quería deshacerse de ella como si fuera basura? ¿Acaso su mera existencia amenazaba tan profundamente su posición que se sentía obligado a abandonarla por completo?
Sus ojos devoraron el contenido del documento legal. La justificación de la disolución decía «diferencias irreconciliables», mientras que la cifra de la indemnización coincidía con la promesa de Jason: una suma que desafiaba la comprensión: diez mil millones de dólares.
La mayoría de las personas nunca verían tal riqueza en toda su vida.
Si tuviera un corazón mercenario, dispuesto a cambiar la dignidad por dinero, tal vez aceptaría ese dinero manchado de sangre y desaparecería para siempre de la dinastía Evans.
¡Pero la codicia nunca había envenenado su espíritu! ¿Cole creía que podía divorciarse de ella con la patética excusa de «diferencias irreconciliables»? ¡Nunca le concedería una victoria tan fácil! ¿Diferencias irreconciliables? Qué ridículo. La noche anterior, a bordo de su avión privado, la había acunado contra su pecho, había reclamado sus labios con un hambre desesperada y le había susurrado promesas que habían incendiado su alma.
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