Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 400
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Capítulo 400:
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Había sacrificado su juventud a la familia Evans, había dado a Bertram dos hijos, uno de los cuales era el hombre que ahora se enfrentaba a ella. Lo había dado todo por esa familia. Sin embargo, lo único que ansiaba, el amor de Bertram, siempre había estado fuera de su alcance. Seguía siendo su fracaso más amargo, la herida que nunca se curaba.
Jason no se detuvo. «Es porque soñabas demasiado. Papá odiaba el peso de tu ambición. Por eso, por mucho que sacrificaras por él, nunca te quiso».
Irene no dijo nada. Porque tenía razón. Siempre había querido más. Años atrás, tras la repentina desaparición de la madre de Cole, Irene había ocupado el vacío y había dirigido la finca Evans con una precisión implacable como matriarca en funciones. Pero ser la matriarca en funciones no era suficiente para ella. Al ver a Jarrett hundirse en la desesperación por la desaparición de su esposa, había presionado a Bertram una y otra vez para que tomara las riendas de la familia Evans, derrocara al destrozado Jarrett y se convirtiera en el patriarca de la familia. Quería estar al lado de un hombre que mandara.
Pero Bertram nunca había picado el anzuelo. Él vivía para las antigüedades, no para las dinastías. Cada vez que ella sacaba el tema del poder, él la rechazaba, emocional y físicamente, a veces condenándola a dormir sola durante semanas.
Cuando quedó claro que Bertram nunca se involucraría en luchas de poder, Irene había puesto sus ojos en Jason, moldeándolo para convertirlo en el futuro heredero. Pero Ruben ya había elegido a su sucesor, y no era Jason. Era Cole.
Su plan se derrumbó como castillos de arena ante la marea creciente. Ahora, despojada de su papel de matriarca en funciones tras diez largos años de servicio, Irene se encontraba sola en la gran casa que había ayudado a mantener. Invisible. Rechazada. Por eso había depositado todas sus esperanzas en Jason. «¿Es tan malo tener ambición? ¿Quién no quiere mejorar su vida?», preguntó Irene con voz quebrada, a partes iguales entre el desafío y la desolación.
«¿Por qué está tan mal que quiera más de la vida?».
La respuesta de Jason fue firme y deliberada, cada sílaba impregnada de una intensidad silenciosa. «Mamá, ya sea un país o una familia, la amenaza más mortal nunca viene de fuera, sino que se gesta dentro. Aquellos que deben permanecer unidos tiran en direcciones diferentes; no se necesita ningún enemigo. El colapso se vuelve inevitable. Y si la familia Evans cae, ¿dónde acabarán tus sueños? ¿Entre los escombros?».
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Irene apretó la mandíbula y su silencio fue tan cortante como una navaja. Entendía la lógica de sus palabras. Siempre la había entendido. Pero la lógica estaba muy lejos de la rendición. No podía ceder. Ni ante Jarrett. Ni ante Cole. Ni ante un noble ideal de armonía que nunca había alimentado su ansia de importar.
Jason se suavizó, su voz perdió su tono cortante, pero no su convicción. —Papá nunca quiso el poder. Dejó que Jarrett liderara, no por debilidad, sino porque no le importaba el poder. Y yo nunca he tenido ningún deseo de apartar a Cole. Nos complementamos, estamos construyendo algo juntos. No necesitas seguir destrozando los cimientos para demostrar tu valía. Podrías simplemente respirar y disfrutar de lo que ya tienes.
La mirada que Irene le dirigió a Jason estaba marcada por la frustración, era penetrante y dolorosa. Luego, sin decir una palabra, se dio la vuelta y le dio la espalda. En aquel entonces, lo había apostado todo por Bertram, con la esperanza de ascender a través de él como matriarca de los Evans. Ese sueño se había desmoronado ante su apatía. Ahora había depositado sus esperanzas en Jason, su última apuesta por el poder a través del legado. Pero él había rechazado la corona que ella deseaba tan desesperadamente que él llevara. Lo había intentado dos veces. Dos veces había sido rechazada. Y ahora no le quedaba nada que perseguir, salvo el amargo sabor de la derrota.
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