Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 393
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Capítulo 393:
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Aunque Elliana llevaba un tiempo casada con la familia Evans, el jardín trasero de la finca Evans le resultaba completamente desconocido. Se aferró a las indicaciones que le había dado Rubén y las siguió hasta que el camino la llevó a un espeso bosque.
Allí reinaba la oscuridad. La única luz provenía de pálidos rayos de luna que se colaban entre las frondosas ramas. El mundo parecía contener la respiración. Solo el ocasional chirrido de un insecto lejano o el suave susurro de las hojas rompían el silencio.
Cada paso parecía demasiado ruidoso en el silencio de la noche.
La hierba le rozaba los tobillos mientras avanzaba, sin detenerse hasta que finalmente llegó al lugar que Ruben le había indicado. Lo vio delante, sentado solo en una roca ancha y plana. Tenía la cabeza inclinada hacia el cielo, dejando que la luz de la luna lo bañara como una bendición silenciosa.
Rubén giró la cabeza en el instante en que sus pasos lo alcanzaron. —Rub… —Rubén no dejó que Elliana terminara. En cambio, soltó un grito tan agudo y aterrador que atravesó la noche tranquila. —¡Ah! —Antes de que ella pudiera decir una palabra, él se desplomó hacia atrás y cayó al suelo con un golpe sordo, completamente inconsciente.
—¡Rubén! —Corrió hacia él sin pensar, lo agarró por debajo de los brazos y lo levantó con todas sus fuerzas.
Cuando le presionó los dedos en la muñeca, exhaló un suspiro de alivio. Su pulso latía como un caballo desbocado. El susto lo había dejado inconsciente.
Y, de repente, la advertencia de Cole le vino a la mente, algo que le había dicho la mañana después de su boda. Le había dicho que Rubén tenía el corazón delicado y que debería moderar su horrible maquillaje antes de reunirse con él. En aquel momento, ella no le había hecho caso, convencida de que solo estaba bromeando. Pero ahora, el peso de aquella advertencia la golpeó con fuerza en el pecho. La había fastidiado. Si realmente había asustado a Rubén hasta la muerte, estaría en un buen lío.
Por suerte, tenía algunos conocimientos de medicina. Buscó una pastilla para el corazón, se la deslizó entre los labios de Rubén y le masajeó el pecho para que recuperara el equilibrio.
Pasaron unos segundos tensos. Entonces, Rubén se estremeció, gimió y abrió lentamente los ojos.
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Sin perder tiempo, Elliana le tapó la boca con la mano. —¡Ruben, soy yo! ¡Elliana! Por favor, no te asustes —dijo apresuradamente.
Aunque Ruben ya había recuperado la conciencia, su voz aún temblaba cuando susurró: —Elliana, ¿cuándo has llegado? Creo que he visto algo… ¿Había un fantasma?
—Aquí no hay fantasmas, Ruben. Solo estamos nosotros dos», dijo ella, manteniendo un tono suave.
Aún respirando con dificultad, Rubén agitó la mano en señal de protesta. «No intentes engañarme. Lo vi. Pelo largo. Túnica blanca. ¡La cara como un cadáver!».
Se llevó una mano al pecho y exclamó: «¡Casi me muero en el acto!».
Elliana apretó los labios para no reírse. Al parecer, la había confundido con algún espíritu errante. Y, sin embargo, no podía evitar preguntarse: si era tan miedoso, ¿por qué estaba sentado aquí solo a estas horas?
—Rubén, ese «fantasma» que has visto era yo —dijo, pronunciando las palabras lentamente.
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