Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 315
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Capítulo 315:
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Cuando Elliana finalmente apartó la silla, la noche se había vuelto completamente oscura. Cuando llegó a Regal Grove, el reloj acababa de dar la medianoche. Un extraño silencio envolvía toda la finca.
Suponiendo que Cole ya se había dormido, Elliana salió del coche y se dirigió en punta de pies hacia la villa, haciendo todo lo posible por no hacer ruido.
Justo cuando su mano alcanzaba la puerta, el mayordomo se interpuso en su camino, con el rostro demacrado por la preocupación. Se inclinó y le susurró: «Señora Evans, le sugiero que tenga mucho cuidado esta noche…».
Elliana arqueó una ceja, desconcertada por la expresión urgente de Barney, y murmuró: —Barney, ¿qué pasa?
Barney se inclinó y le explicó todo el lío en pocas palabras, con voz baja y llena de ansiedad. —El señor Evans está furioso. Lleva desde las diez en pie de guerra, gritando a todo el que se le pone por delante. Excepto Myles, Aron y Hugh, nadie se atreve a respirar cerca de él».
Con un gesto nervioso, Barney extendió las manos. «Tiene un látigo largo y dice que te va a dar una lección cuando llegues a casa. ¿Quizás deberías mantenerte alejada por un rato? ¿Dejar que se calme antes de entrar?».
Elliana apretó los labios, con incredulidad en los ojos. ¿Todo esto por llegar tarde a casa por unos espaguetis?
Paulina, que estaba detrás de ella, escuchó cada palabra y se apresuró a intervenir, con el ceño fruncido por la preocupación. —¿Ha cenado el señor Evans?
Barney negó con la cabeza y respondió: —No. Dijo que esperaría a la señora Evans para tomar un tentempié juntos. Pero es casi medianoche y acabas de llegar. Lleva todo este tiempo muerto de hambre. —Avergonzado, Barney dudó—. Y… el señor Evans también dijo… —No terminó la frase, claramente avergonzado de repetir las palabras de Cole.
La confusión se apoderó del rostro de Elliana. —¿Qué dijo exactamente?
Con una risa seca, Barney respondió: —Dijo que si se moría de hambre, sería culpa tuya por ignorarlo. Y añadió que más te valía quedarte soltera para siempre después de su muerte, porque si te casabas con otra persona, te perseguiría incluso como fantasma.
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Elliana puso los ojos en blanco con tanta fuerza que casi se le salieron de las órbitas. Sinceramente, ¿dónde estaba el frío y misterioso Cole que había conocido? Toda aquella dignidad gélida se había derretido en un melodrama infantil.
A su lado, Paulina se tapó la boca con la mano, reprimiendo a duras penas una carcajada. Después de casarse, el temperamento de Cole se había desmoronado hasta convertirse en algo parecido al de un niño mimado.
Barney dio un codazo a Paulina y bajó la voz. —Quizá deberías llevar a la señora Evans a un hotel para pasar la noche. Dale al señor Evans hasta mañana para que se calme. Si no, quién sabe qué desastre nos espera dentro.
Pero antes de que Paulina pudiera responder, Elliana echó a correr y se precipitó hacia la puerta principal.
—¡Señora Evans, espere! —gritó Barney mientras corría tras ella, pero llegó demasiado tarde.
Barney se quedó parpadeando en la puerta, con los nervios a flor de piel. Miró a Paulina con pánico. —¿Y ahora qué? Si el señor Evans pierde los estribos y se pone violento, la señora Evans no es de las que perdonan y olvidan. Para cuando él recupere el sentido, será demasiado tarde para pedir perdón.
A Paulina se le encogió el corazón por la ansiedad. —Será mejor que nos demos prisa.
Juntos, entraron corriendo, directamente al salón, donde la tensión era tan densa que casi se podía palpar.
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