Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 297
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Capítulo 297:
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Al oír el comentario de Lucas, Merlin se volvió bruscamente hacia él…
Merlin abrió los labios para hablar, pero las palabras se evaporaron antes de formarse. Maldita sea. Esa sensación familiar volvió a aparecer. Cada vez que Hailee provocaba algo en su interior, sentía como si se estuviera fracturando, como si su mente se bloqueara, y ahora incluso su memoria se le escapaba. Lucas se quedó cerca, en silencio, hasta que la pausa se alargó demasiado.
—Señor Blakely, ¿necesita algo? —Merlín se detuvo, buscando el pensamiento que se le había escapado, y se rindió. Con los labios apretados, volvió a la pantalla, su atención consumida una vez más por la figura escarlata que pulsaba en ella. En el salón de banquetes, todas las miradas se dirigieron a Hailee mientras avanzaba.
—Ya estoy aquí —anunció Hailee, con una voz que resonó en toda la sala—. ¡Soy a quien todos estaban deseando ver!
Boris, que había estado mirando fijamente a la pantalla, se enderezó de golpe al oír su voz. Sus ojos se clavaron en ella, enrojecidos como si algo se le hubiera atascado en la garganta, y la nuez le temblaba.
Hester, que estaba rígida junto a Boris, estalló. Bajó del escenario con los dientes apretados. —Hailee, ¿has sido tú? ¿Has hackeado la pantalla gigante?
Hailee, que era medio cabeza más alta que Hester, resplandecía ante la multitud como una llama viva, mientras que el vestido blanco de Hester la hacía parecer pálida y demacrada.
El miedo anterior había dejado el cabello de Hester revuelto y su compostura hecha trizas. Por el contrario, Hailee estaba transformada: serena, fría y afilada como una navaja, mirando a Hester sin decir una palabra, como si fuera una reina observando a un bufón tembloroso.
La furia hervía en el pecho de Hester. «¡Hailee, miserable!», gritó. «¿Cómo te atreves a arruinar la celebración de mi compromiso? ¿Has olvidado cuál es tu lugar?». En su mundo, los plebeyos solo existían para soportar los abusos en silencio, y ahora esa mujer de baja estofa se atrevía a deshonrarla en su propia fiesta.
Hester levantó la mano, dispuesta a golpear a Hailee, hasta que el brillo del vestido rosa y las joyas de Hailee le llamaron la atención. Esa chica corriente había invertido todos sus ahorros en el cruel juego de Boris, ¿cómo había conseguido de repente marcas de lujo? Sin duda, un benefactor oculto. Solo eso podía explicar la audacia de Hailee.
Boris pensó lo mismo y sintió una punzada de celos en el corazón. Bajó del escenario y acortó la distancia entre ellos, con voz baja y aguda. —Hailee, ¿quién te ha comprado la ropa y las joyas?
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Hailee levantó la barbilla y esbozó una sonrisa fría y burlona. —¿Y a ti qué te importa? —respondió con tono gélido.
Boris apretó con fuerza el puño que tenía a un lado.
En ese instante, Dunn se abalanzó hacia delante. —¿Quién te ha dejado entrar en esta fiesta de compromiso? No estás invitada, ¡vete inmediatamente!
Al ver a Boris, Dunn y Hester enfurecidos, Trinity finalmente ató cabos. Las imágenes de la pantalla gigante no eran una broma, sino la prueba de su cruel complot para humillar a Hailee.
Hailee estaba resplandeciente con la nueva colección de Rosa, piezas tan exclusivas que ni siquiera Trinity las había visto antes. Solo alguien con acceso directo a la última colección podía llevar esos diseños. Trinity se dio cuenta de algo y se volvió hacia Elliana, que había estado acechando al borde de la multitud, absorbiendo cada momento. Trinity acortó la distancia y le susurró con dureza: «Elliana, ¿le has proporcionado la ropa y las joyas a Hailee?».
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