Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 284
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 284:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Dentro del salón, todo brillaba. Los hombres vestían trajes elegantes y a medida, y las mujeres deslumbraban con vestidos de diseñador y joyas brillantes, convirtiendo la sala en un retrato viviente del exceso y la elegancia.
Sin embargo, incluso entre todo ese glamour, Elliana destacaba. Mientras que el resto lucía vestidos llamativos y maquillaje brillante, ella llevaba algo intencionadamente discreto: colores modestos, líneas suaves y un maquillaje que minimizaba en lugar de realzar su belleza, que seguía oculta tras su disfraz. A pesar de ser la fuerza detrás de la marca Rosa, ni un solo elemento de su atuendo llevaba la firma de la marca. Ni siquiera llevaba la más mínima joya. Porque hoy no se trataba de ella. El protagonismo era para Hailee, y ella no tenía intención de eclipsarla.
Incluso sin el brillo y el glamour, su identidad como Rosa no necesitaba presentación. La multitud la reconoció al instante y nadie se atrevió a burlarse de su aspecto poco atractivo. Al contrario, todos los que se cruzaban con ella le saludaban con respeto y cálidas palabras.
Elliana respondía a cada uno con una sonrisa serena y una reverencia cortés.
Mientras se adentraba en el salón, su mirada se posó en Ruben, que estaba conversando con Bonnie Craig, la elegante abuela de Trinity, de cabello plateado.
Al principio, Rubén se había opuesto rotundamente a asistir. A su edad, valoraba mucho más las tardes tranquilas que los eventos ruidosos y ostentosos llenos de cortesías forzadas. Pero Diane, que aún se recuperaba en la villa de la colina, había insistido y le había dejado claro que era importante representar a su familia en este evento, y él no había podido negarse.
Elliana se detuvo un momento para respirar y ordenar sus pensamientos. Luego, con determinación, comenzó a caminar hacia Rubén.
Elliana no había avanzado mucho cuando vio a Trinity rodeada de gente, como una reina experimentada. Un círculo de personas bien vestidas escuchaba atentamente cada una de sus palabras y reía demasiado fuerte sin motivo aparente.
Haber sido criada por la familia Evans desde pequeña había situado a Trinity en lo más alto de la escala social. Nadie en ese grupo se atrevía a desafiar su autoridad.
Hubo un tiempo en que Paige se pavoneaba por ahí, fingiendo ser la socialité reinante de Ublento. Sus admiradores incluso la apodaban «la chica de moda» de la ciudad. Pero al lado de Trinity, la reputación de Paige parecía, en el mejor de los casos, endeble.
Sigue leyendo en ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.c♡𝓂 de acceso rápido
Esta noche, Trinity parecía salida de una revista de lujo: su vestido era una pieza única de alta costura y sus joyas, deslumbrantes e inconfundiblemente caras. Se mantenía erguida, eclipsando sin esfuerzo a la mayoría de las mujeres de la sala. A su alrededor, las socialités brillaban con tonos dorados y plateados, y sus diamantes reflejaban la luz de las lámparas de araña como escarcha sobre cristal.
Aun así, había algo diferente en Trinity esa noche. El brillo que antes tenía se había apagado.
Cuando Rosa era su marca favorita, era imparable. Todos sus conjuntos llamaban la atención. En todos los eventos, era el centro de atención. Esa obsesión por Rosa la había convertido en un icono, sobre todo porque nadie más en su círculo podía permitirse esa marca. Se había empapado de la envidia de los demás como si fuera luz solar.
Pero eso fue antes de que Trinity descubriera que la cara detrás del imperio de Rosa no era otra que Elliana. Tras esa bomba, Trinity había purgado silenciosamente su armario de la colección de Rosa: todos los vestidos, todos los accesorios.
Claro, el atuendo de Trinity esta noche seguía teniendo un aire lujoso, pero carecía del prestigio de Rosa. Podía sentir el cambio. No era solo en su vestuario, era en cómo la miraba la gente.
.
.
.