Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 282
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Capítulo 282:
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—Señora Evans, me han enviado para ayudarla —dijo Paulina cortésmente—. Hay un coche esperando abajo, cortesía del señor Evans.
Una chispa de alegría brilló en los ojos de Elliana. Justo estaba pensando en enviarle un mensaje a Matthew para hacer los arreglos, pero Cole ya se había adelantado a sus necesidades. Su corazón se llenó de afecto. Sin dudarlo, sacó su teléfono y escribió un mensaje con una sonrisa, diciendo: «Coley, gracias por pensar…
Ahead y organizar el viaje. ¡Te quiero! ¡Besos! ¡Estoy deseando verte esta noche cuando vuelva!». Pronto recibió una respuesta de Cole, un simple: «Vale».
A Elliana no le importó la brevedad de su respuesta. Tras su breve intercambio, se dedicó a otras cosas.
De vuelta en Regal Grove, Cole estaba sentado informalmente en el sofá, pasando los dedos por su teléfono, mientras Myles, Aron y Hugh estaban de pie cerca, en silencio y quietos, esperando lo que fuera a pasar.
Sin previo aviso, Hugh tiró de la manga de Aron y se inclinó para susurrarle: «Aron, mira al Sr. Evans».
Aron levantó la vista y echó un vistazo, y Myles, curioso, hizo lo mismo un segundo después.
Lo que vieron les dejó a ambos boquiabiertos: Cole estaba visiblemente sonrojado, con las puntas de las orejas rojas como las de un niño al que han pillado pasando notas.
—Sr. Evans, ¿qué está mirando exactamente para ponerse así? —espetó Hugh, tan directo como siempre.
Al instante, Myles y Aron le lanzaron miradas de exasperación. Este tipo nunca aprendía, siempre metiéndose donde no debía y arrastrando a todos los demás a sus problemas.
Justo cuando terminaban sus quejas silenciosas, la voz irritada de Cole resonó en la sala. —Todos fuera. Ahora.
Myles y Aron no necesitaron que se lo repitieran. Se dieron la vuelta y se dirigieron a la salida sin decir palabra.
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Hugh, sin embargo, aún no dominaba el arte del silencio. Mientras se entretenía en la puerta, se volvió y murmuró: —¿Era Elliana otra vez?
¿Te ha enviado algo coqueto?».
Cole levantó la vista y clavó en Hugh una mirada tan fría como el hielo, con la voz cargada de sarcasmo. «Debes de tener mucho tiempo libre».
No se podía negar: Hugh había adquirido la costumbre de analizar cada gesto de Cole como si se tratara de una novela de misterio, convencido de que estaba desentrañando profundos secretos matrimoniales.
Ese nivel de escrutinio no le sentaba bien a Cole. La irritación se acumuló, ensombreciendo su estado de ánimo al instante. Con una sonrisa que parecía más una amenaza, dijo: —Ya que tienes tanto tiempo libre, déjame darte algo útil que hacer. —Señaló el suelo con el dedo—. Seiscientas flexiones. Aquí mismo. No me hagas esperar.
—Espera, ¿qué? —Hugh parpadeó, atónito, como si no hubiera oído bien.
Myles y Aron, que se habían dado la vuelta hacia la salida, escuchaban atentamente cada palabra. En cuanto Cole pronunció el castigo, aceleraron el paso, impulsados únicamente por el instinto de supervivencia.
Por desgracia, la suerte no estaba de su parte. Justo cuando llegaban a la puerta, la voz de Cole los atravesó como una navaja. —Myles. Aron. Los dos, volved aquí. Ahora.
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