Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 271
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Capítulo 271:
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Con una nueva oleada de determinación, Hailee miró a Elliana a los ojos, con la mirada repentinamente firme. —Elliana, llévame con él.
Elliana le apretó la mano en señal de apoyo. —Vamos.
Juntas salieron del hotel y se adentraron en la ciudad que las esperaba.
Las dos mujeres tomaron el siguiente taxi, tensas y en silencio, mientras la ciudad pasaba a toda velocidad.
Al llegar, Elliana condujo a Hailee por un pasillo dorado y se detuvo frente a una sala privada, guiada por la dirección que le había dado Matthew. A través del estrecho…
A través de la rendija de la puerta entreabierta, divisaron a Boris y Dunn en medio de una escena lujosa, rodeados de hombres y mujeres elegantemente vestidos, cuyas risas resonaban en las paredes, con copas de champán en las manos.
Solo unos momentos antes, Hailee había intentado convencerse de marcharse, por el bien de su padre, había decidido enterrar su ira y evitar a Boris para siempre. Pero en el instante en que vislumbró el rostro sonrojado y jubiloso de Boris, cualquier rastro de moderación se desvaneció. No podía olvidar las interminables noches que había pasado en agonía, sacrificándolo todo por él, mientras él se deleitaba aquí en la comodidad y el exceso.
En su interior, Boris no se parecía en nada al frágil paciente al que había cuidado en el pasado. Rebosaba vitalidad y arrogancia, disfrutando de la adulación de sus compañeros mientras hacía girar perezosamente el champán en una copa de cristal. En su muñeca lucía un reloj brillante y famoso en todo el mundo, de los que solo había visto en revistas de lujo. Y en su brazo…
Hailee se subió la manga, dejando al descubierto una red de marcas de pinchazos grabadas en su pálida piel. Las lágrimas brotaron de sus ojos antes de que pudiera detenerlas. ¿Cuántas veces había llamado Dunn, con la voz tensa y calculadamente urgente, para decirle que Boris estaba al borde de la muerte y que la cuenta del hospital estaba agotada? ¿Cuántas veces había ido a esa sala de donaciones, entregando su propia sangre solo para que Boris pudiera vivir un día más? La injusticia la golpeó de golpe.
Hailee fijó la mirada en Boris, con voz baja pero llena de rabia. «¡Boris, no te vas a salir con la tuya!».
Con temblorosa determinación, Hailee hizo un movimiento para empujar la puerta.
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Los dedos de Hailee apenas habían rozado el pomo cuando Elliana la agarró con fuerza y la tiró hacia atrás.
Perpleja, Hailee se volvió hacia Elliana. —Elliana, tengo que entrar. ¡Necesito que Boris me explique por qué me trata así!
—Irrumpir ahí no servirá de nada —dijo Elliana con suave firmeza—. Un canalla como él no va a sentir remordimientos de repente solo porque tú le enfrentes. Se burlará de ti, te llamará ingenua y te culpará por estropearle la diversión.
La ira recorrió a Hailee. ¿Cómo podía alguien tan corriente como ella exigir respuestas a un hombre de la talla de Boris? ¿Tenía que tragarse en silencio este maltrato?
Elliana apretó la mano de Hailee, indicándole que siguiera observando la escena dentro de la habitación. —Has venido aquí para ver al verdadero Boris, ¿no? Quédate y observa.
Hailee, siguiendo el consejo de Elliana, siguió espiando a través de la puerta entreabierta.
En ese momento, una risa ahogada escapó de los labios de Dunn. —Boris, ¿adivina qué está haciendo ahora mismo esa tonta de Hailee?
—¿Qué va a ser? Después de tu llamada, probablemente se esté matando a hacer ejercicio, o incluso vendiendo su sangre para pagar mi «tratamiento».
Hailee vio borroso por las lágrimas. Había donado sangre para «comprar» un día más a Boris e incluso se había asegurado de que él no lo supiera, porque no quería que sus sacrificios le pesaran. Sin embargo, solo ahora se daba cuenta de que él había estado observando cada uno de sus movimientos, tratando su desesperación como si fuera un entretenimiento.
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