Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 258
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Capítulo 258:
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La atrajo suavemente hacia él, con una mano detrás de su cabeza, y profundizó el beso con una ternura dolorosa.
Fue entonces cuando ella se apartó bruscamente. —¡Eh! No te muevas —dijo con brusquedad, entrecerrando los ojos en fingida irritación.
Cole parpadeó, ligeramente sin aliento, recostándose en el asiento con las manos en alto en señal de rendición. Su mirada permaneció fija en las mejillas sonrojadas y los labios carnosos de ella.
—Soy yo quien te da las gracias —comentó ella, con voz llena de actitud—. Entonces, ¿por qué me besas?
Él se rió, bajo y divertido. —Está bien, está bien. Me portaré bien», dijo, sonriéndole con afecto juguetón. «Sigue. Soy todo tuyo».
Elliana sonrió radiante ante su obediencia. Acunando su rostro entre las manos, se inclinó hacia él y lo besó de nuevo.
Pero esta vez, no fue solo un beso, fue una tranquila efusión de afecto. Presionó suavemente sus labios contra los de él, luego contra su frente, las comisuras de sus ojos y el puente de su nariz. Su boca bajó delicadamente hasta su mandíbula, cada beso durando un latido más que el anterior. Su tacto era lento y tierno, cada movimiento deliberado y suave.
Cole solía ansiar la pasión, el calor y la urgencia, pero había algo en sus besos suaves y cuidadosos que despertaba algo más profundo en su interior. Un anhelo que no podía expresar con palabras. Aun así, se mantuvo controlado, empapándose de su calor y su afecto como la luz del sol sobre la piel desnuda.
Cuando ella le besó los ojos, él los cerró, rindiéndose por completo al momento.
Cuando ella llegó a su mandíbula, él inclinó ligeramente la cabeza para facilitarle la tarea.
Pensó que quizá ella besaría el hueco de su garganta a continuación. Quizá incluso su nuez. Había oído que era un punto sensible para los hombres y se preguntaba cómo se sentiría su tacto allí. Pero no pasó nada. El calor de sus labios desapareció, sustituido por la quietud. Esperó unos segundos más.
Todavía nada.
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Abrió los ojos lentamente, solo para encontrarla distraída, jugando distraídamente con los botones de su cuello. Frunció el ceño. «¿Por qué has parado?». Su voz era suave, pero su expresión tenía el inconfundible puchero de un niño al que le han negado su golosina favorita.
Elliana levantó la vista, divertida por su reacción. —Ya está —dijo con una sonrisa pícara—. He terminado de besarte.
Cole entrecerró los ojos y su tono se volvió un poco malhumorado. —¿Eso es todo lo que me das las gracias?
—Ha sido un agradecimiento muy generoso —respondió ella, dándole un ligero golpecito en el pecho. «No te pongas codicioso ahora».
La expresión de Cole se ensombreció con una silenciosa decepción. Quería más, concretamente, que sus labios rozaran su cuello, tal vez incluso ese punto sensible de la nuez, pero no se atrevía a decirlo en voz alta. En lugar de eso…
Elliana apretó la mandíbula, tragó su frustración y cerró los ojos con fuerza, decidiendo permanecer en silencio.
Elliana lo observó atentamente, mordiéndose el labio. Su silencio la inquietaba. ¿Estaba molesto porque sus besos no le habían gustado? ¿Era tan mala besando? Una sensación de desánimo se apoderó de ella. Él solía llamarla «rompe corazones». Ahora debía de estar regañándola por ser tan mala besando. Sus mejillas se sonrojaron por la vergüenza.
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