Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 257
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Capítulo 257:
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Elliana miró a Cole con exasperación. —¿De verdad tenías que ser tan duro con un niño?
Cole soltó una risa seca. —¿Niño? Ese supuesto niño ya está tramando robarle la mujer a su primo dentro de diez años. ¡Ese pequeño alborotador tiene ambición y un plan para conseguirlo!
Elliana frunció los labios, pero no se molestó en responder. En lugar de eso, se subió al coche sin decir nada. No tenía sentido discutir cuando Cole estaba en racha. Además, no le importaba lo más mínimo su diatriba sobre Jeff. No muy lejos, Myles, Aron y Hugh inclinaron la cabeza hacia el cielo, esforzándose por no reírse a carcajadas.
Cole les lanzó una mirada fulminante antes de deslizarse en el coche junto a Elliana.
Myles captó la señal y se apresuró a cerrar la puerta tras ellos antes de ocupar el asiento del copiloto. Aron y Hugh le siguieron sin demora, apretujándose en la parte de atrás con la facilidad que les daba la práctica.
En cuanto todos estuvieron acomodados, Myles levantó la mampara divisoria. El espacio donde se sentaban Cole y Elliana parecía ahora un capullo tranquilo. Sin decir una palabra, Cole la cogió en brazos y la sentó en su regazo.
Después de pasar días siendo arrastrada como si fuera un bulto, Elliana apenas reaccionó. En cuanto aterrizó, se inclinó hacia él y se acurrucó contra su pecho como si fuera lo más natural del mundo.
A Cole siempre le había atraído el fuego de Elliana: audaz, enérgica y sin complejos. Ella lo había rechazado hacía poco, dejándolo inquieto, frustrado y murmurando maldiciones sobre ella por romperle el corazón. Pero cuando finalmente le dijo que sí, todo cambió. Las barreras se derrumbaron. Ella le permitió abrazarla y besarla y, a veces, incluso daba el primer paso.
Cole tenía que admitir que, por muy molesto que pudiera ser Jeff, tenía razón en una cosa: Elliana era un tesoro. Conquistarla no había sido fácil. Era como perseguir una chispa salvaje en el viento. Pero ahora que era suya, se sentía como si hubiera entrado en un sueño, una suave y dorada neblina de alegría de la que no quería salir nunca.
Perdido en sus pensamientos, Cole sintió de repente un suave calor en los labios: Elliana lo había besado de improviso. Su beso fue ligero y dulce, con un ligero aroma a flores. Cada vez que sus labios tocaban los de él, algo se desentrañaba en lo más profundo de su ser.
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«Gracias», murmuró Elliana, con una voz suave, casi tímida. Cole la miró, con los ojos llenos de ella.
Su voz sonó ronca cuando preguntó: «¿Por qué?».
Ella se acurrucó más cerca, apoyando las palmas de las manos contra su pecho e inclinando la cara hacia arriba para encontrar su mirada. «Por defenderme ante Irene», dijo. «Y por venir conmigo a reírnos de Trinity. Significó mucho para mí».
Los brazos de Cole la rodearon instintivamente por la cintura, atrayéndola hacia él. El silencio entre ellos era cálido, lleno de cosas no dichas.
—Entonces… —dijo él, inclinando ligeramente la cabeza—. ¿Cómo vas a darme las gracias exactamente?
Antes de que pudiera terminar la frase, ella se inclinó y lo besó de nuevo.
Esta vez, se tomó su tiempo. Su beso era inexperto, dulce, un poco inseguro, pero lleno de intención. Imitó la forma en que él la besaba, demorándose más, haciéndose más atrevida con cada roce.
Cole no la apresuró. Se quedó quieto, dejándola explorar. Pero pronto, sus suaves besos despertaron en él un hambre que su delicado ritmo no podía satisfacer. Su necesidad se intensificó.
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