Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 203
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Capítulo 203:
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Eso hizo reír a Cole. La atrajo hacia su regazo y la besó con intensidad, rodeándola con fuerza por la cintura para mantenerla cerca.
«Déjalo ya. Tenemos que hacer esta cirugía», dijo Elliana, empujando a Cole. En el momento en que sus manos rozaron su piel desnuda, las retiró como si hubiera tocado algo ardiente.
A Cole no pareció importarle lo más mínimo. La besó de nuevo, larga y profundamente, aferrándose a ella hasta que finalmente la soltó.
El puchero de Elliana lo decía todo, con los labios hinchados y rosados por los besos. —Eres lo peor…
No podía creer lo imprudente que era. No tenía sentido de la oportunidad. No sabía cuándo parar. Nunca en su vida había conocido a un paciente que intentara besarse con su cirujano justo antes de pasar por el quirófano.
—¡Quédate quieto! —espetó Elliana mientras se recompuso. Con una sonrisa de satisfacción, Cole se dejó caer en la silla e hizo exactamente lo que ella le había dicho.
Elliana abrió el botiquín y empezó a prepararlo todo: instrumentos, medicamentos, todo lo que iba a necesitar.
Cole no dijo ni una palabra. Se limitó a sentarse allí mirándola, con la mirada perdida en sus pensamientos.
Cuando ella había salvado a Barbara con una pastilla de Venacure, la mayoría de la gente pensó que había tenido suerte. Supusieron que sabía un poco de medicina, pero nada serio. Él también lo había creído. Pero ahora todo parecía diferente.
Sus movimientos eran firmes y seguros. Y su actitud, tranquila y controlada, delataba a una cirujana profesional.
Cole estaba morido de curiosidad. Se rumoreaba que Elliana había sido acogida en el cobertizo de la familia Jones desde los cinco años, prácticamente criada como un animal. Entonces, ¿cómo había acabado con unas habilidades así? Mientras sus pensamientos daban vueltas en su cabeza, Elliana terminó de limpiar sus herramientas y empezó a preparar la anestesia.
—Sin anestesia —declaró Cole, con tono firme y definitivo.
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Elliana le echó una rápida mirada. —He revisado la herida. La bala no está muy profunda, pero sacarla dolerá. Es mejor usar anestesia local.
—No la necesito —dijo Cole con total seriedad—. Puedo soportarlo. Siempre había odiado el entumecimiento que provocaba la anestesia. Prefería sentir dolor antes que estar entumecido.
Al ver su firme determinación, Elliana suspiró. —Está bien. Pero no empieces a quejarte a mitad de la operación. Sin perder más tiempo, Elliana comenzó.
Su mano se movía con firmeza mientras cortaba la piel, localizando la bala incrustada en el músculo, y la extrajo sin problemas. A continuación, cosió la herida, la limpió a fondo y la vendó con firmeza.
En sus manos, los instrumentos quirúrgicos parecían estar en su sitio. Cada movimiento era preciso, elegante y fluido, como un ritmo ensayado.
Cole no podía creer lo que estaba viendo. No se trataba solo de conocimientos médicos básicos. Elliana se movía como si hubiera nacido para eso. Nunca había visto a nadie trabajar con tanta rapidez y control. La forma en que lo manejaba hacía que apenas sintiera dolor. O tal vez era tan rápida que el dolor no tenía tiempo de aparecer.
Elliana, ajena a los pensamientos de Cole, ató el último vendaje y levantó la vista. Lo que vio la dejó paralizada, con los ojos muy abiertos por la sorpresa…
La expresión de Cole tomó a Elliana por sorpresa. Sabía que sus habilidades quirúrgicas eran precisas, lo suficientemente meticulosas como para minimizar el dolor, pero este era inevitable. Sin embargo, allí estaba él, impasible, sin mostrar ni una pizca de incomodidad en su rostro. Él la observaba con una calma inquietante, con la mirada fija e indescifrable. Sin retroceder. Sin hacer muecas. Ni siquiera una gota de sudor en la frente. ¿Era realmente humano?
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