Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 193
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Capítulo 193:
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Al otro lado de la habitación, Allan y Manley miraron a Merlín y luego intercambiaron una mirada entre ellos. No hacían falta palabras. Sus expresiones lo decían todo: ¿qué demonios acababa de pasar? Merlin tenía una regla muy clara: no tenía contacto físico con las mujeres. Pero cuando Hailee lo mordió, no la apartó ni la empujó, sino que la llevó en brazos. Era extraño.
Justo en ese momento, Hailee salió de la habitación, anunciando su llegada con pasos vacilantes.
Todas las miradas se volvieron hacia ella, como si estuviera subiendo a un escenario.
Con un pequeño botiquín de primeros auxilios apretado entre las manos, Hailee se dirigió hacia Merlin y, en un susurro apenas audible, le preguntó: «Señor Blakely, ¿le importa si le cura la herida?».
Merlin, con total indiferencia, le lanzó una mirada de reojo y luego apartó la vista con la misma rapidez. «No es necesario», respondió con una voz tan fría que habría helado el cristal.
El rechazo golpeó duramente a Hailee. Sus mejillas se sonrojaron y el silencio se instaló entre ellos. La indiferencia de Merlin era como estar fuera en una tormenta de nieve sin abrigo.
Frío. Cortante. Hostil. Quería marcharse, pero la culpa la carcomía: le había mordido y ahora su muñeca seguía sangrando. Dejarlo sin tratar no le parecía bien.
—Sr. Blakely, entiendo que esté enfadado y que no quiera saber nada de mí. Pero, por favor, déjeme vendárselo. Me sentiré fatal si me voy sin ayudarle —dijo Hailee, casi suplicando—. Después, le dejaré en paz y no volveré a molestarle.
Sin decir una palabra, Merlin le quitó el botiquín de las manos a Hailee. Lo abrió con precisión mecánica, aplicó antiséptico como si lo hubiera hecho mil veces, colocó unas gasas sobre la mordedura y cerró la caja de un golpe, sin ponerle ningún cuidado. Una vez que terminó, se recostó en el sofá como si nada hubiera pasado. —Ya puedes irte.
Desconcertada por su brusquedad, Hailee asintió y regresó a su habitación con pasos silenciosos, deseando desaparecer.
El resto de la sala permaneció en un silencio atónito. Merlín acababa de mantener una conversación con alguien que le había mordido, y no había roto nada en el proceso. Su tono podía haber sido distante, pero cualquiera que lo conociera bien sabía que estaba siendo indulgente. El mismo hombre que una vez había dado una patada giratoria a Vivien por rozarle accidentalmente la manga.
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—Sé sincero, Merlín, ¿te gusta Hailee o qué? —preguntó Manley, inclinándose hacia delante con una sonrisa, incapaz de mantener la boca cerrada.
La pregunta de Manley tocó la fibra sensible, porque se hacía eco de la creciente inquietud de Elliana.
Elliana decidió intervenir si Merlín realmente tenía sus ojos puestos en Hailee. A pesar de su limitada interacción con Merlín, tenía una impresión desfavorable de él, ya que su mala fama le precedía. Los rumores sobre su temperamento flotaban en todos los rincones de este mundo, siendo el más notorio el de cuando lanzó a Vivien al otro lado de la habitación. Había varias versiones, cada una más pintoresca que la anterior, pero la esencia de la historia era la misma: Merlín no era un alma gentil. Era brusco, distante y completamente ajeno al concepto de la ternura. El encanto no solo brillaba por su ausencia en su arsenal, sino que parecía un idioma extranjero. Cualquier tipo de relación con él prometía ser una tormenta.
Si Hailee fuera solo una desconocida, Elliana quizá no le habría prestado atención. Pero Hailee era una amiga muy querida, la misma amiga que había llegado a este mundo por su culpa. No podía permitir que Merlín se entrometiera en la vida de Hailee sin control.
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