Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 188
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Capítulo 188:
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Sin embargo, esa mandíbula era casi demasiado definida. Como la de un póster de película. La sostenía como si no pesara nada, flexionando los músculos con cada paso, sus piernas superando fácilmente la longitud de las de ella. El subir y bajar de su pecho contra el costado de ella se sentía constante, poderoso, estabilizador de una manera que no tenía sentido. Todo en él desprendía una presencia que exigía atención, de esas que hacen que una persona se sienta protegida aunque no quiera admitirlo.
Un pensamiento se coló en su mente, quizá ridículo, pero extrañamente acertado. Le recordaba a los feroces guerreros de las novelas fantásticas que devoraba de niña. De esos que nunca perdían una batalla, que siempre llegaban justo a tiempo, que se mantenían erguidos por encima de la refriega mientras el caos ardía a su alrededor. Y, sin embargo, ese mismo hombre había subido cinco pisos por ella. Todo porque alguien se lo había pedido. A cambio, ella lo había recompensado mordiéndole la muñeca como un animal rabioso.
El recuerdo le revolvió el estómago, y el ligero sabor metálico que aún le quedaba en la boca no ayudaba. Instintivamente, se llevó los dedos a los labios. Las puntas se tiñeron de rojo. Ver la mancha de sangre le provocó una sacudida. ¿En qué estaba pensando cuando le mordió así? ¿Por qué había reaccionado como un vampiro recién salido de una película de terror? Cuanto más lo pensaba, más se enredaban sus pensamientos. El sabor a óxido no abandonaba su lengua, y el viento del mar solo empeoraba las cosas. La sal del aire se le metía por la nariz, mezclándose con el sabor de la sangre y provocándole náuseas. Un arcón se le escapó antes de que pudiera evitarlo.
—Ugh… —Hailee se tapó la boca con la mano, horrorizada ante la idea de vomitar sobre el hombre que acababa de salvarla. Se sonrojó, más por la vergüenza que por otra cosa. Al darse cuenta del cambio, Merlín bajó la mirada y arqueó las cejas.
Por fin, Hailee pudo verle bien la cara. Y lo que vio la dejó sin aliento. No solo era atractivo, era tan guapo que le distraía. El tipo de guapo que no parecía real, como si lo hubieran pintado con aerógrafo en una página de cómic y le hubieran dado vida.
Mientras ella seguía aturdida, Merlín confundió su silencio y el rubor de sus mejillas con algo completamente diferente: repulsión. Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. —Vaya. No pensaba que que te llevara un hombre en brazos te fuera a poner tan roja —dijo con voz cargada de sarcasmo.
En cuanto Merlin terminó de hablar, un rubor aún más intenso se extendió por las mejillas de Hailee. Estaba fantaseando en silencio con él, imaginándolo como un guerrero intrépido, y de repente la había pillado con su lengua afilada. Si no fuera porque la había rescatado, quizá le habría vuelto a hincar los dientes en el brazo. Por fin recordó su nombre: Merlin Blakely. Así se había presentado.
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—¿Podría, eh, bajarme, señor Blakely? —murmuró Hailee, con las mejillas ardiendo.
Con una mirada de reojo a Manley y Allan, que merodeaban cerca de la puerta de la cabaña como espectadores curiosos, Merlin la bajó suavemente.
Aunque su miedo había disminuido, su cuerpo no había reaccionado. Las piernas le fallaron en cuanto tocaron el suelo, y el viento salado no le ayudó en absoluto, ya que se inclinó peligrosamente.
Merlin no dudó: extendió la mano rápidamente para sujetarla por la cintura. El contacto le sorprendió. Su cintura era delicada, casi sedosa, y le sorprendió lo agradable que era al tacto.
Su contacto solo aumentó la vergüenza de Hailee. Ella se apartó inmediatamente, reuniendo toda su fuerza de voluntad para mantenerse en pie. Una vez estable, levantó la vista, mortificada. —Gracias por ayudarme, señor Blakely —murmuró, casi en un susurro.
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