Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 185
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Capítulo 185:
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Pero en el momento en que sus dedos rozaron la tela, ella se soltó. —¡Ah! —Un grito desgarrador rasgó el aire.
Sin previo aviso, se abalanzó sobre él, agarrándole la muñeca con fuerza, clavándole las uñas como garras. Antes de que Merlín pudiera apartarse, sus dientes se hundieron en su carne. Fue rápido. Violento. Afilado.
Esa familiar sacudida de dolor le provocó un flash de memoria: una vez le había mordido un perro callejero y la sensación era inquietantemente similar.
«¡Maldita sea!», siseó Merlín, inhalando entre dientes. A pesar del dolor, no se apartó. En lugar de eso, se quedó mirándola.
Allí estaba ella, aferrada a su muñeca como un animal acorralado, con la boca manchada de rojo por la mordedura. No tenía ni idea de a quién se enfrentaba. Y tampoco se estaba conteniendo.
Hundió sus pequeños y afilados dientes en su muñeca, desgarrándole la piel hasta que la sangre brotó y manchó sus labios.
Merlín era, sin duda, una anomalía entre los hombres. Mientras que otros de su edad rebosaban de un vigor inquieto, persiguiendo el romance y soñando con el amor, él no sentía más que un instintivo rechazo. Era como si su propio cerebro rechazara la idea de la intimidad con las mujeres.
Apenas unos minutos antes, había visto a Cole besar a Elliana y había retrocedido con evidente repugnancia, no por broma, sino por auténtico odio. La mera idea de que la piel rozara la piel con tierno afecto le revolvió el estómago.
Vivien había cometido una vez el grave error de rozarle la mano. El resultado fue catastrófico. En un instante, la máscara de cortesía se hizo añicos y la rabia lo consumió. La pateó con tal furia desenfrenada que su cuerpo salió disparado por la habitación como una muñeca de trapo, con sangre brotándole de la nariz y la boca.
Todos los que lo presenciaron quedaron profundamente conmocionados. Nadie había visto antes a un hombre desatar tal violencia sin filtros contra una mujer.
Desde ese día, el nombre de Merlín se había convertido en sinónimo de peligro. Las mujeres que antes habían albergado fantasías con él ahora se encogían en su presencia, y los rumores sobre su temperamento le seguían como una estela. Incluso aquellas que no tenían intenciones románticas se movían con cautela a su alrededor, temiendo que el más mínimo roce accidental pudiera provocar otra tormenta.
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Y, sin embargo, Hailee acababa de morderle la muñeca. Debería haberla empujado, igual que había hecho con Vivien. Su instinto debería haber estallado como un incendio forestal. Pero en lugar de eso, nada. No, nada en absoluto. Algo se agitó en su interior. Algo increíblemente desconocido. No quería golpearla. Ni siquiera quería moverse. Una extraña sensación de calor se extendió por su pecho, irritantemente tierna, extrañamente dulce.
Le hormigueaba el brazo donde se habían hundido los dientes de ella, y un zumbido eléctrico se extendía bajo su piel. Lo recorría todo, adormeciéndolo y paralizándolo. Las piernas no le obedecían. Su cuerpo, antes tan rápido en retroceder, ahora se negaba a responder.
Incluso la voz, esa voz aguda y autoritaria, le fallaba. Abrió la boca para gritar, para exigirle que dejara aquella locura, pero no le salió ni una sola palabra.
Y así, sin más, el momento quedó suspendido, congelado en el tiempo. Merlín se quedó inmóvil, con todo el cuerpo paralizado en un trance rígido mientras la imprudente chica se aferraba a su muñeca, con los dientes clavados profundamente.
Al principio sintió dolor, agudo y ardiente, pero este decayó rápidamente y fue sustituido por un extraño entumecimiento que se extendió como la pólvora por sus nervios. La sacudida que siguió fue…
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