Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 183
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Capítulo 183:
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—Oh, espera —le gritó Elliana—. Vivien está en la habitación contigua a la 1, inconsciente. Alguien tiene que bajarla.
A Elliana no le importaba mucho el destino de Vivien, pero Lenard siempre había sido amable, un aliado fiel. Por él, no podía dejar que Vivien muriera allí.
Salvar a Vivien ahora saldría bien con Lenard.
Al oír el nombre de Vivien, Merlín se quedó paralizado, con el rostro retorcido por el disgusto.
Casi todo el mundo en la alta sociedad de Ublento sabía que Vivien estaba locamente enamorada de Merlín y que hacía todo lo posible por conquistarlo. Por desgracia para ella, Merlin era alérgico al romance y estaba harto de sus payasadas. La evitaba como a la peste. ¿Enredarse con ella? Ni loco.
Con Vivien en medio, subir las escaleras era imposible. Merlin sabía que si la llevaba abajo hoy, se le pegaría como una sanguijuela, una sombra de la que nunca se libraría.
Después de un momento, Merlin se volvió hacia Manley, con el rostro más frío que una noche de invierno. —Ve a buscarla.
Los ojos de Manley se iluminaron, disfrutando claramente de la incomodidad de Merlin. —No soportas a Vivien, pero yo tampoco soy precisamente su fan. ¿Pedirme que lleve a una mujer que está loca por mi amigo? Muy buena, ¿eh?
Cole se volvió hacia Myles. —Ve a traer a Vivien.
—Está bien —murmuró Myles a regañadientes. A él tampoco le gustaba Vivien, ya que no le entusiasmaban sus payasadas, pero la palabra de Cole era ley.
Al pasar junto a Merlín, Myles dijo: —Sr. Blakely, no puedo llevar a dos mujeres yo solo. Tendrá que acompañarme al quinto piso para recoger a la amiga de la Sra. Evans.
Merlin no discutió y siguió a Myles escaleras arriba…
Merlin y Myles apenas habían pasado el siguiente piso cuando Cole, que solo unos momentos antes parecía esculpido en acero, comenzó a tambalearse como si fuera a caer en cualquier momento. —Uf, me siento fatal —murmuró, con voz apenas audible.
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Antes de que Elliana pudiera preguntarle qué le pasaba, Cole le pasó un brazo por los hombros y se apoyó en ella como un saco de ladrillos.
El peso repentino tomó a Elliana por sorpresa, haciéndola tropezar antes de enderezarse instintivamente para sujetar a Cole. Sus rápidas manos recorrieron el cuerpo de él mientras lo revisaba, buscando con los dedos alguna herida que pudiera haber pasado por alto.
Una vez que terminó, se detuvo y estudió su rostro, tratando de entender su repentina debilidad. Nada parecía grave. Le habían disparado antes, sí, pero la hemorragia ya se había detenido. La herida no era lo suficientemente profunda como para dejarlo tan agotado.
Mientras ella permanecía allí tratando de entender lo que pasaba, Cole ladeó la cabeza y le lanzó una mirada cansada y exasperada. —¿Te vas a quedar ahí parada mirando? Ayúdame a bajar. ¿O prefieres ver cómo muero de dolor aquí mismo?
Eso sacó a Elliana de su ensimismamiento. —Claro —dijo rápidamente, y sin perder un segundo, deslizó un brazo alrededor de su cintura para ayudarle a mantener el equilibrio.
Con cada paso que daban, Cole seguía con sus comentarios. —Sinceramente, he visto a novatos manejar mejor la presión que tú. Manos torpes. Pies lentos. Tienes la elegancia de un pato borracho.
La mirada que le lanzó Elliana podría haber derretido el acero. No dijo ni una palabra. No hacía falta. Por un instante, quiso dejarlo caer. Pero la preocupación pudo más. Él se había lesionado protegiéndola. Lo menos que podía hacer era no empujarlo por las escaleras.
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