Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 163
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Capítulo 163:
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Al ver a Elliana hablar con tanta confianza, Hailee finalmente se relajó. —Han corrido rumores de que el Sr. Evans ya no te quiere, que ha estado evitando la finca Evans solo para no tener que verte. Pero yo nunca los creí. He visto cómo te mira. Realmente se preocupa por ti.
Elliana esbozó una leve sonrisa, pero prefirió guardar silencio y centró su atención en seleccionar las armas que necesitaba.
Vestida con un chándal negro, Elliana podía moverse con libertad, aunque no era lo ideal para ocultar armas. Sin dudarlo, cogió una gabardina negra que colgaba cerca, llenó los bolsillos interiores con cargadores y sujetó dos cuchillos curvos a lo largo del forro interior.
Sin saber qué estaba preparando Elliana, Hailee se quedó en silencio a un lado, observando sus movimientos sin interrumpirla.
Al cabo de un rato, el repentino rugido de las hélices de un helicóptero rompió el silencio que reinaba sobre ellas.
Elliana detuvo sus acciones inmediatamente, sacó una escalera de la esquina de la habitación y la colocó debajo de los agujeros de ventilación. Subió rápidamente y pegó los ojos a las pequeñas aberturas de la pared.
Ya había empezado a caer la noche, tiñendo el mar de un intenso color carmesí bajo el sol poniente.
Las rejillas de ventilación ofrecían una vista directa de la cubierta del yate, lo que permitió a Elliana contemplar la escena que se desarrollaba en el exterior.
En la cubierta había dos filas de hombres vestidos de negro, cada uno con un rifle de asalto en la mano, apuntando a un helicóptero negro que descendía lentamente hacia el yate.
En cuestión de segundos, el helicóptero aterrizó por completo.
La puerta de la cabina se abrió y se desplegó una pasarela. Desde el interior, salió un hombre alto vestido de negro de pies a cabeza, cuya presencia era impactante e imposible de ignorar. A medida que avanzaba, el aire parecía volverse más pesado, como si la propia atmósfera reconociera su dominio.
Elliana entrecerró los ojos y su corazón comenzó a latir con fuerza. Era él. Cole había llegado.
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Cole bajó del helicóptero con determinación, con la mirada aguda y fría, irradiando una autoridad tan intensa que parecía espesar el aire a su alrededor.
Sin necesidad de decir una palabra, los hombres armados vestidos de negro retrocedieron instintivamente dos pasos. Aunque tenían la ventaja de jugar en casa, eran más numerosos y tenían rifles en las manos, nada de eso borraba el temor que se apoderaba de ellos. Estar en presencia de Cole era como enfrentarse solo a todo un ejército.
Detrás de Cole iban Myles, Aron y Hugh.
En circunstancias normales, Aron y Hugh, como jefes del equipo de seguridad de Cole, habrían ido delante, comprobando cada rincón en busca de seguridad antes de permitir que Cole saliera con Myles.
Pero hoy era diferente. Impulsado por una rabia implacable, Cole no tenía tiempo para protocolos. En el momento en que se abrieron las puertas del avión, empujó a Aron y Hugh a un lado y salió por delante de todos.
Ese solo movimiento hizo que Myles se tensara y se le acelerara el corazón. Rápidamente se volvió hacia Aron y Hugh y les ordenó: «¡No se separen del Sr. Evans ni un segundo!».
Cuando salieron de Ublento, los secuestradores habían establecido condiciones estrictas: sin guardaespaldas, sin armas. Cualquier infracción pondría en peligro la vida del rehén. Por esa razón, solo Myles, Aron y Hugh habían acompañado a Cole en esta misión.
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