Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 161
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Capítulo 161:
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El avión aterrizó suavemente en la cubierta del yate y las puertas se abrieron mientras se bajaba la escalera.
Los hombres de negro bajaron primero a Paige y Vivien, y luego se volvieron para bajar a Elliana y Hailee.
Una fuerte brisa barrió el mar, azotándoles el rostro y haciendo que sus ropas se agitara violentamente.
Sin oponer resistencia, Elliana siguió al grupo de hombres, mientras observaba atentamente el yate y sus alrededores.
Se trataba claramente de un yate privado de lujo, de cinco pisos de altura y con el estilo de un elegante cisne negro, que rezumaba opulencia y poder.
El barco se había adentrado en aguas internacionales, tierra de nadie, rodeado por un mar infinito, sin ningún otro barco a la vista.
Delante, Paige y Vivien caminaban con los hombres de negro. Vivien, presa del miedo, se acercaba cada vez más a Paige, temblando visiblemente. Paige murmuró unas palabras vacías de consuelo y luego volvió la cabeza para mirar atrás.
Al cruzar la mirada con Paige, Elliana vio una audaz mezcla de suficiencia y triunfo.
Esa expresión confirmó lo que Elliana ya sospechaba: Merritt era el cerebro detrás de su secuestro. Merritt, que en otro tiempo había sido un estafador del puerto que se había abierto camino a base de esfuerzo en el comercio marítimo, había ampliado su control al mundo del espectáculo. Sin embargo, su verdadero poder seguía siendo el control de los mares.
Elliana no tardó mucho en descubrir el motivo del plan de Paige y Merritt. La odiaban con toda su alma y querían eliminarla, pero como temían la ira de Cole, utilizaron este secuestro para poner a prueba su reacción. Si Cole mostraba preocupación, Merritt desaparecería de la escena y echaría la culpa a unos criminales anónimos. Si Cole reaccionaba con indiferencia, se asegurarían de que ella desapareciera para siempre bajo las olas.
En cuanto a Vivien, Elliana supuso que Paige planeaba organizar un rescate heroico, una jugada estratégica para ganarse el agradecimiento de la familia Hudson y evitar que cancelaran el compromiso.
Sosteniendo la mirada desafiante de Paige, Elliana respondió con una sonrisa fría, casi divertida.
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Merritt había pasado de ser un matón callejero a una figura temida en los bajos fondos, dejando un rastro de sangre a su paso. Elliana llevaba mucho tiempo queriendo acabar con él. Pero no había encontrado la oportunidad perfecta… hasta ahora.
Paige creía que, con Merritt protegiéndola, podía actuar sin consecuencias. Pero Elliana tenía otros planes. Hoy tenía la intención de acabar con Merritt de una vez por todas y poner fin a su reinado de terror. Tenía curiosidad por ver qué movimiento desesperado intentaría Paige a continuación.
Una vez dentro de la cabaña, los hombres de negro escoltaron al grupo hasta la planta superior en ascensor.
—¡Sepárenlos en dos habitaciones! —ordenó el hombre al mando. Paige y Vivien fueron asignadas a la habitación de la izquierda, mientras que Elliana y Hailee fueron colocadas en la de la derecha.
Sin oponer resistencia, Elliana se dirigió hacia la puerta de la derecha.
—Elliana —la llamó Paige.
Elliana se detuvo y giró la cabeza.
Una sonrisa lenta y cómplice se dibujó en los labios de Paige. —Adiós.
Elliana se burló para sus adentros. Paige estaba convencida de que ese sería su último día con vida.
—¡Muévete! —Uno de los hombres de negro empujó bruscamente a Elliana al interior de la habitación. Hailee fue empujada justo después.
Se oyó un fuerte «clic» cuando la puerta se cerró tras ellas.
La habitación estaba completamente a oscuras, sin ventanas ni luces. Aunque el empujón había sido agresivo, Elliana recuperó rápidamente el equilibrio tras dar unos pasos firmes.
Hailee, sin embargo, tropezó y chocó contra Elliana, con los brazos fuertemente atados a la espalda, lo que le impedía mantener el equilibrio. En la habitación a oscuras, Elliana guió a Hailee basándose únicamente en el sonido de sus movimientos.
A Hailee se le escapó un grito ahogado mientras preguntaba incrédula: «Elliana, ¿cómo has conseguido liberarte?».
«Baja la voz», dijo Elliana con suavidad mientras se aflojaba las ataduras de Hailee.
Una vez liberadas las muñecas de Hailee, se las masajeó con delicadeza y susurró: «Elliana, ¡eso ha sido increíble! ¿Cómo has deshecho las cuerdas?». Una leve sonrisa se dibujó…
en los labios de Elliana. En realidad, cuerdas como aquellas no suponían ningún reto para ella. Ni siquiera las cadenas de metal podían mantenerla atada. Pero no podía decírselo a Hailee, así que se limitó a responder: «No me ataron muy fuerte. Solo me moví un poco y los nudos se soltaron».
—Ya veo —respondió Hailee, completamente convencida—. ¿Y ahora qué hacemos?
Para entonces, los ojos de Elliana se habían acostumbrado a la oscuridad. Se giró lentamente para observar el entorno. A pesar de la oscuridad general, dos pequeños conductos de ventilación en las paredes dejaban pasar un rayo de luz, lo justo para distinguir la distribución de la habitación.
El lugar en el que las habían encerrado era claramente un almacén. Las paredes estaban desnudas, el suelo estaba abarrotado y había estanterías metálicas a lo largo de una de las paredes.
Los ojos de Elliana se detuvieron en el contenido de esas estanterías y una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. No era un almacén cualquiera, era un auténtico arsenal. Las estanterías estaban repletas de espadas, dagas y todo tipo de armas de fuego.
Aquellos hombres de negro debían de haber supuesto que dos mujeres desarmadas no se atreverían a tocar nada. O, si lo hacían, serían demasiado inexpertas y estarían demasiado asustadas como para usar las armas correctamente. Por eso las habían encerrado sin pensarlo dos veces. No tenían ni idea de que, con solo unas pocas de esas herramientas, Elliana podría acabar con todos y cada uno de los que estaban a bordo del yate.
Aún sonriendo, Elliana se volvió hacia Hailee y le dijo: «Escucha atentamente lo que voy a decirte. Necesito que te concentres…».
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