Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 13
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Capítulo 13:
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Puede que el público no tuviera ni idea, pero el círculo íntimo de Cole conocía la verdadera historia de sus padres.
Años atrás, el padre de Cole, Jarrett, había regresado del extranjero con una mujer llamada Sophie Seydoux del brazo. Soltó la bomba: se iba a casar con ella. Sophie era despampanante, aparentemente perfecta, pero era un completo enigma: sin familia, sin pasado, un lienzo en blanco. En la familia Evans, la esposa de un heredero debía provenir de un entorno sólido y con antecedentes claros. Rubén y Diane se habían opuesto rotundamente. Pero Jarrett se mantuvo firme y amenazó con renunciar a su herencia si no aprobaban a Sophie. Al final, Rubén y Diane cedieron.
Afortunadamente, Sophie mantuvo un perfil bajo después de la boda. Llevaba la casa como una profesional, se mantenía alejada de los focos y tenía una relación muy estrecha con Jarrett. Poco después, tuvieron a Cole.
Pero hace quince años, Sophie desapareció sin dejar rastro. Un día estaba allí y al siguiente, puf, se había esfumado, como si la hubieran borrado.
Jarrett estaba destrozado. La buscó por todas partes, pero no la encontró por ninguna parte. Los años de dolor y agotamiento lo destrozaron. Ahora estaba gravemente enfermo.
Tras las palabras de Merlín, Cole se calmó un poco. Pero no siguió su consejo. Su voz se mantuvo firme, inflexible. «Es la última vez».
Dicho esto, Cole agarró a Elliana de la mano y se marchó.
Al verlos marcharse, Merlín frunció el ceño, impotente para cambiar la opinión de Cole.
Allan dejó escapar un suave suspiro. —Cole siempre ha seguido su propio camino. Podemos preocuparnos todo lo que queramos, pero no servirá de nada. Él lo resolverá a su manera.
Manley, sin embargo, esbozó una sonrisa. —No sé, chicos. Me gusta esto. ¿No lo notáis? Cole por fin ha recuperado algo de chispa». Allan y Merlin intercambiaron una mirada y asintieron. Manley tenía razón. Cole solía ser un libro cerrado, frío como el hielo. ¿Pero hoy? Algo había cambiado.
Manley se frotó la barbilla. «Puede que Elliana no sea atractiva, pero tiene algo. De ninguna manera Cole estaría interesado en ella si no fuera así. Me muero por descubrir qué es lo que tiene».
Allan y Merlin no dijeron ni una palabra, pero en el fondo sentían la misma curiosidad.
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Fuera de la habitación, Elliana soltó su mano bruscamente. «Ya basta. Tenemos que hablar».
Cole se detuvo y clavó su mirada penetrante en los ojos decididos de ella.
Elliana le devolvió la mirada, con voz firme. «¿Qué ha significado ese beso?». No podía quitárselo de la cabeza. El beso de esa mañana había sido ligero, solo para aparentar, pero ¿el último? Había sido real.
Los labios de Cole esbozaron una lenta y burlona sonrisa. «¿Puedes meterte en mi cama y acurrucarte, pero yo no puedo robarte un beso? Me parece un trato muy injusto. Ese beso solo era tu forma de pagarme».
¿Pensaba que era injusto y lo había hecho por eso? Elliana estaba atónita. De todas las cosas que podía decir, ¿esa era su excusa? Nunca había conocido a alguien tan extraño. Manteniendo la calma, esbozó una sonrisa forzada. —Tu amigo tiene razón. Deberías mantenerte alejado de mí. Es más seguro para los dos.
Los ojos de Cole brillaron con un brillo oscuro y juguetón. Se acercó y le dio un suave pellizco en la mejilla. —En mi mundo, podrías ser la mujer más peligrosa del planeta y hacer lo que te diera la gana.
Antes de que ella pudiera pestañear, Cole la agarró de la mano y empezó a caminar, tirando de ella.
Sus pasos eran largos y su agarre, como el hierro. Elliana tuvo que apresurarse para seguirle el ritmo.
—¿Adónde vamos ahora?
—A casa.
—No puedo. Tengo cosas que hacer.
—¿Como qué?
—Limpiar el desastre de relaciones públicas de tu familia. Cole se detuvo en seco.
Elliana sacó su teléfono y empezó a marcar. —¿Hola? Tengo una información que te va a interesar…
De vuelta en una sala privada, Paige y Kiara estaban impacientes. Llevaban una eternidad esperando que se publicaran esas fotos escandalosas de Elliana, pero no llegaba nada.
—Mamá, ¿qué demora? —preguntó Paige, nerviosa.
Kiara frunció el ceño y miró su teléfono. No había respuesta. —Voy arriba a ver qué demora tanto.
Dicho esto, Kiara salió de la habitación. Mientras se movía, algo le pareció extraño. Una ola de calor la invadió y sintió un cosquilleo en la piel, como si estuviera ardiendo. La cabeza le daba vueltas y una extraña energía la recorría. No le dio importancia, achacándolo al estrés por Elliana y a las muchas noches sin dormir, y siguió hacia el ascensor.
El ascensor estaba al otro lado de la pista de baile, lo que la obligó a abrirse paso entre la multitud.
El club estaba oscuro, sofocante, con música lenta y sensual que vibraba en el aire. Las parejas se balanceaban muy cerca, envueltas en abrazos apasionados, con los labios rozando la piel y susurros que intercambiaban calor.
Kiara contuvo el aliento. Algo salvaje se agitó en su interior, un hambre que no podía identificar. Su cuerpo ardía, su mente se nubló y, de repente, se deslizó por la pista de baile como una mujer desquiciada. Su chaqueta cayó al suelo. Sus tacones resonaban cada vez más rápido. Todos los chicos guapos le llamaban la atención y ella no se contuvo. Rodeó con los brazos a hombros al azar, apretándose contra ellos, con palabras atrevidas, coquetas, francamente imprudentes.
Todo el club se quedó paralizado, con los ojos clavados en Kiara. Se escucharon silbidos y vítores cuando ella puso el lugar patas arriba, cada movimiento gritando por una atención que ella ni siquiera podía explicar.
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