Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1285
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Capítulo 1285:
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Años atrás, tras ese desesperado salto al mar solo para escapar de las garras de Miguel, Rita había perdido sus recuerdos: su pasado, su nombre, sus habilidades médicas. Fue un cruel giro del destino que Edgar y Elsie la rescataran y la llevaran de vuelta a la casa de los Thompson, donde había vivido como sirvienta desde entonces.
Rita, que antes era brillante, segura de sí misma y llena de vida, había pasado los últimos diez años sirviendo en la casa de sus propios padres. La injusticia pesaba sobre Elliana hasta el punto de llenarle los ojos de lágrimas.
Los ojos de Rita se agrandaron al ver las lágrimas en el rostro de «Milena».
«Dra. Atkinson, ¿qué pasa? ¿He hecho algo que la haya molestado?».
El tono sumiso de Rita la hirió más profundamente que cualquier cuchillo. Incapaz de soportarlo más, Elliana agarró a Rita y la estrechó en un abrazo tembloroso. Su voz se quebró al pronunciar una sola palabra entrecortada.
«Mamá…».
Habló con su voz real, no con la profunda voz disfrazada que había estado utilizando, sino con la voz con la que gritaba de niña cada vez que se hacía daño o se asustaba.
Rita se quedó paralizada, atónita. ¿Por qué la abrazaba Milena? ¿Por qué la llamaba «mamá»? ¿Y por qué su voz se había suavizado de repente hasta convertirse en la de una joven? Aun así, el instinto se impuso. No se apartó. No hizo preguntas. Simplemente puso la mano en la espalda de Elliana y le susurró con suavidad: «Entremos primero».
Las tranquilas palabras de Rita devolvieron a Elliana a la realidad. Se secó rápidamente las lágrimas y se dirigió hacia el dormitorio. Echó un vistazo al pasillo y vio que no había nadie más. Menos mal que nadie la había visto derrumbarse.
En ese momento, el teléfono de Elliana vibró. Un mensaje de Levi iluminó la pantalla.
«¿Por qué te interesa Bexley de repente?».
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Elliana escribió rápidamente.
«Ahora no puedo hablar. Que quede entre nosotros».
Su respuesta llegó casi al instante.
«No hay problema. Como te dije, mientras no perjudique a mi familia, haré lo que me pidas».
Elliana guardó el teléfono y entró en el dormitorio.
Rita la siguió y cerró la puerta con firmeza detrás de ellas.
Elliana se movió con silenciosa determinación. Cerró las cortinas con el mando a distancia y encendió la lámpara suave, llenando la habitación de luz cálida.
Mientras Rita observaba a Milena manejar los controles con tanta facilidad, se dio cuenta de algo. Milena quería un momento a solas con ella para hablar. Sus pensamientos se aceleraron. El extraño…
comportamiento. El abrazo repentino. El desliz de «mamá». Al unir todas las piezas, finalmente susurró: «¿Hay algo que quieras decirme?».
Elliana asintió. Se llevó las manos a la cabeza y se quitó la peluca corta. Luego, se quitó la protésica nuez de Adán. Un momento después, su largo y sedoso cabello cayó por su espalda como una cascada.
Ante los ojos de Rita, la tranquila y guapa Milena desapareció, revelando a una joven impresionante.
Rita se quedó mirando, sin palabras. Fragmentos de recuerdos parpadeaban en su mente, nítidos pero inalcanzables. Intentó aferrarse a ellos, pero se le escapaban. Aun así, una profunda e instintiva sensación de familiaridad la invadió. La conexión parecía natural, como la sangre que reconoce a la sangre.
«Tú…», Rita apenas podía articular palabra.
Elliana sonrió entre nuevas lágrimas.
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