Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1274
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Capítulo 1274:
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Todos los que rodeaban a las dos mujeres permanecían en silencio. Nadie les ofrecía consuelo ni rompía el silencio. Sus llantos se desvanecieron en la pesada quietud.
Por fin, Elliana levantó la vista de su ordenador.
«No tienes adónde ir, ¿verdad?», preguntó, con un tono tranquilo pero cortante.
Wanda levantó la cabeza al oírla y se encontró con la mirada de Elliana. Todavía había rebeldía en sus ojos, pero estaba ahogada por un miedo profundo. En ese momento, Wanda finalmente entendió la verdad. El poder de Elliana era algo que ella nunca podría alcanzar. Su antiguo deseo de venganza ahora le parecía infantil, una rabieta contra una tormenta que nunca podría detener. El simple hecho de estar viva le parecía un milagro.
Wanda no sabía qué planeaba Elliana para ella, pero una cosa estaba clara: su destino ya no dependía de ella. Darse cuenta de eso la destrozó por completo. Bajó la cabeza, rindiéndose en silencio.
Eva levantó la vista. Miró fijamente a Elliana durante un largo momento antes de perder la compostura y romper a llorar desesperadamente.
—Elliana, soy la tía de Cole. Por favor, por su bien y por nuestro parentesco con la familia Evans, ¡perdona mi vida!
Sus ojos frenéticos se posaron en Cole, que estaba sentado justo al lado de Elliana.
«Cole, por favor», suplicó, «¡di algo por mí!».
Pero Cole ni siquiera miró a Eva. Se mantuvo concentrado en los gemelos, cumpliendo su promesa a Elliana de no interferir.
El pánico de Eva se intensificó. Su mirada se dirigió a Arthur y Milton.
—¡Arthur, Milton! ¡Hemos sido familia durante veinte años! Aunque me despreciéis, no dejaréis que muera, ¿verdad?
Arthur la ignoró por completo, con el rostro impasible.
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Milton, sin embargo, soltó una risa fría.
«¿Sabes qué? Sí que quiero que mueras. Desde el día en que alejaste a mi madre, he soñado con este momento».
Sus palabras la dejaron en silencio. Un temblor recorrió su cuerpo y el miedo la paralizó.
Elliana dijo con frialdad: «No te preocupes. No te mataremos. Eso mancharía nuestras manos».
Los ojos de Eva brillaron con esperanza. Quizás la misericordia no estaba tan lejos después de todo.
Pero entonces, los labios de Elliana se curvaron en una fría sonrisa.
«Aun así, no puedo dejarte escapar. Has causado suficiente caos. Como te gustaba tanto ser una marioneta, seguirás siéndolo, solo que tendrás un nuevo amo».
«¿Qué estás diciendo?», balbuceó Eva, con la voz quebrada.
Elliana no se molestó en explicarlo. Se levantó, se acercó a Eva y le inyectó un líquido transparente en el brazo con tranquila precisión.
Solo cuando Elliana retiró la jeringa, la mente de Eva se dio cuenta de lo que había pasado, y la conmoción la golpeó un segundo demasiado tarde.
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