Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1264
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Capítulo 1264:
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Quentin la miró a los ojos.
«¿Hablas en serio?».
Antes de que Elliana pudiera responder, una nueva transmisión apareció en la pantalla del portátil. Eva y Wanda estaban arrodilladas ante Arthur y Milton en la sala de estar.
Elliana miró la pantalla y le dijo a Quentin: «Es cierto. Ha surgido algo que tengo que resolver. Pronto tendrás buenas noticias».
Terminó la llamada y volvió a mirar la pantalla.
Cole se sentó a su lado y, en una cuna cercana, sus gemelos yacían tranquilos, riéndose mientras jugaban con sus piececitos.
Eva fue la primera en hablar. Su voz se quebró después de arrodillarse.
«Estoy aquí para confesar mis errores y pedir perdón. Por favor, deja que Wanda y yo volvamos a casa».
Las lágrimas de Wanda la siguieron.
«Papá, Milton, quizá no lo sepáis, pero mamá y yo hemos sufrido mucho ahí fuera. Echamos de menos nuestro hogar. Por favor, dejadnos volver. ¡Haré lo que queráis!».
Su actuación fue impecable: lágrimas, temblores y todo lo demás. Cualquiera que no conociera su verdadera naturaleza habría creído cada palabra.
Elliana esbozó una sonrisa irónica mientras se volvía hacia Cole.
«Sea lo que sea lo que decida hacer con tu tía, no te opondrás, ¿verdad?».
Cole la miró a los ojos y le tomó la mano con una sonrisa lenta y cómplice.
«¿No he dejado clara mi postura? ¿O necesitas que te la recuerde?».
Ya lo había dejado claro antes: si alguna vez tuviera que elegir entre ella y Eva, la elegiría a ella sin dudarlo un instante. No sentía nada por Eva.
—Quiero oírlo otra vez —bromeó Elliana, con tono ligero pero expectante.
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La expresión de Cole se suavizó y sus ojos se llenaron de afecto.
—Eres la mujer más importante de mi vida. Nadie más se le acerca. Hagas lo que hagas, estaré a tu lado. Incluso si decidieras abofetearme, primero te ayudaría a ponerte guantes para asegurarme de que tus manos no se vieran afectadas por el impacto y luego esperaría a que terminaras el trabajo».
Elliana se echó a reír.
«¿En serio? Te estás convirtiendo en un seductor con labia».
Cole sonrió, la atrajo hacia él y le dio un beso en la frente.
«Nunca tienes que preguntarme de qué lado estoy. Pase lo que pase, estoy de tu lado. Siempre. Mi único deseo es que seas más feliz de lo que yo jamás seré».
Sus palabras la conmovieron profundamente: más que una promesa, era un voto.
Se acurrucó contra su pecho y dirigió la mirada hacia los gemelos en su cuna. Una ola de paz la invadió. Tenía todo lo que siempre había deseado: un hombre que la amaba profundamente, dos hijos preciosos y un hogar lleno de calidez. Lo único que le faltaba, el único dolor que aún sentía, era no haber encontrado a su madre.
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