Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1248
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Capítulo 1248:
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«Abuelo, ¿qué pasa?», preguntó Taylor con voz confusa.
Rubén soltó un bufido seco.
«¡Unos mocosos! ¿Cómo se supone que voy a poder verla siquiera un momento si están todo el rato rodeando a mi bisnieta?».
Todos comprendieron al instante: la impaciencia de Rubén se debía únicamente a su deseo de ver a Beatrice. Se dispersaron rápidamente, dejándole el paso libre.
Al poder ver por fin a Beatrice sin obstáculos, la expresión severa de Rubén se suavizó. Se aclaró la garganta, agarró su bastón y comenzó a avanzar.
Pero Jeff pasó junto a Rubén antes de que este hubiera dado tres pasos.
El caos anterior, con la gente empujándose, había jugado en contra de Jeff. Demasiado pequeño para abrirse paso entre la multitud, había esperado en la periferia, con la frustración aumentando por segundos. Ahora, aprovechando el hueco que Rubén había dejado, se lanzó hacia la niña.
Con un movimiento fluido, Jeff arrebató a Beatrice de los brazos de Elliana.
En cuanto vio su rostro, se le escapó un grito ahogado.
«¡Vaya, Beatrice!».
La envidia se apoderó de todos los que observaban la escena. Todos se habían agolpado alrededor de Elliana, desesperados por echar un vistazo al bebé, pero ninguno había tenido el valor de cogerla en brazos, por miedo a ofender a Elliana. Sin embargo, Jeff acababa de coger a Beatrice en brazos.
¿Por qué Jeff había tenido el valor de hacerlo? La respuesta era sencilla: su vínculo con Elliana era más profundo que el de cualquier otra persona.
Ignorando las miradas envidiosas que le quemaban la espalda, Jeff acunó a Beatrice como si estuviera hecha de cristal y luz de estrellas, murmurando sobre su belleza y depositando beso tras beso en su diminuta carita.
Las palabras brotaban de su boca en un torrente entusiasta.
«¡Beatrice, tienes que crecer rápido! Jugaré contigo y te compraré montones de juguetes divertidos y todos los dulces que quieras. Y si alguien se atreve a molestarte, ¡le daré una paliza!».
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El niño de ocho años se había transformado en un pequeño guardián, sosteniendo al bebé con una confianza sorprendentemente experta. Era evidente que había estado ensayando este momento en secreto. Su profunda admiración por Elliana se extendía sin fisuras a su hija.
Estaba dispuesto a entregar todo su corazón a Beatrice. Elliana observaba la escena con una sonrisa cariñosa, feliz de dejarle disfrutar de su momento.
Entonces le tocó a Rubén enfadarse. Frunció el ceño y su voz retumbó.
«¡Niño descarado! Ahora me toca a mí, ¿cómo te atreves a quitarme a mi bisnieta?».
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