Su Venganza fue su Brillantez - Capítulo 1247
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Capítulo 1247:
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Al detectar el conflicto que se gestaba en el interior de Cole, Emmanuel le preguntó con delicadeza: «Cole, ¿qué te preocupa?».
Cole exhaló un suspiro mesurado.
«Hay complicaciones que aún tengo que resolver, así que todavía no puedo revelarle a mi padre el paradero de mi madre. Tendremos que tener paciencia un poco más. Por favor, guardad este secreto por ahora».
Bertram y Emmanuel asintieron con la cabeza al unísono, mostrando su acuerdo. Aunque no podían comprender del todo el razonamiento de Cole, respetaban su decisión. Como cabeza de familia, Cole tenía la autoridad última sobre todas las decisiones importantes de la familia, especialmente aquellas que afectaban a sus propios padres. Fuera cual fuera el rumbo que tomara, ellos no tenían motivos para cuestionarlo.
Cole se volvió entonces hacia Rubén, dispuesto a informarle de los últimos acontecimientos, pero descubrió que la atención de Rubén se había desviado por completo.
¿Qué era lo que acaparaba tanto la atención de Rubén? Estaba intentando abrirse paso a empujones entre los miembros más jóvenes de la familia, empeñado en ver a su bisnieta.
Louisa revoloteaba ansiosa a su lado, sujetándolo con ambas manos, aterrorizada por si perdía el equilibrio.
Desde su catastrófica crisis nerviosa, Irene había sido trasladada a una residencia equipada con personal médico especializado, por lo que ya no rondaba los pasillos de la mansión Evans. Al ver la decidida campaña de Rubén, todos lucharon por contener la risa.
En realidad, cuando Elliana cruzó el umbral con Beatrice acurrucada en sus brazos, Rubén fue el primero en ponerse de pie, con una emoción que rivalizaba con la de cualquier joven de la sala.
Pero el peso de los años lo había lastrado y sus piernas traicionaron sus intenciones. Incluso con la ayuda de su bastón, no pudo competir con la multitud que se abalanzaba hacia ella. Antes de que pudiera dar más que unos pocos pasos, Elliana había desaparecido tras una fortaleza de jóvenes. Atrapado en el exterior, mirando hacia dentro, Rubén prácticamente vibraba de impaciencia.
Había calculado que simplemente esperaría a que la generación más joven satisfaciera su curiosidad y se dispersara, pero los jóvenes no mostraban ninguna intención de ceder sus posiciones. Después de soportar lo que le pareció una eternidad agonizante, aún no había aprovechado su oportunidad.
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Finalmente, la paciencia de Ruben se evaporó por completo.
«¡Mocosos insufribles, abran paso ahora mismo!», tronó, enfatizando su orden blandiendo su bastón y propinando golpes secos en las espinillas de los desafortunados que estaban más cerca.
Retrocediendo ante el doloroso golpe en las pantorrillas, los pocos se giraron sorprendidos. Los demás, sobresaltados por la explosiva voz de Rubén, giraron la cabeza para identificar el origen de la interrupción.
La sala de estar se sumió en el silencio.
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